Una transición inevitable

Cambiar de modelo no será un camino de rosas, tendremos que aprender a ser felices con menos

Las jornadas Ético 2018 se celebran desde ayer en la Universidad de Huelva y en ellas se habla de Transición Ecológica de la Economía: básicamente pensar cómo podemos vivir dignamente dejando de desgastar nuestra naturaleza con tanta mordacidad. Un urgentísimo debate que va sumando interesados y dialécticas, animado por las consecuencias del propio cambio climático. Pero un debate que aún no ha propiciado una agenda política real, ni una ciudadanía convencida de acompañar el proceso. Quizás sea el precio a pagar lo que impide afrontar con valentía el desastre que nuestra manera de producir y consumir están provocando, o quizás sea el cómo hemos sido educados y adormecidos, pero lo que ya nadie puede refutar es que la supervivencia de la especie humana está más comprometida que nunca y que habrá algún tipo de cambio, seguro, la duda es si éste será programado o tras un cataclismo generalizado. Ya veremos.

En Ético 18 los participantes proponen tomar la iniciativa, y es que las propuestas para hacer esa transición organizada ya cuentan con un gran acuerdo en círculos científicos y técnicos, aunque aún no en los políticos: hacer una transición energética usando en exclusiva fuentes energéticas renovables y, sobre todo, disminuyendo su consumo. Hacer una transición de la industria, cerrando los ciclos materiales de los productos y convirtiendo la reutilización en condición sine qua non. Hacer una transición en el consumo, buscando la suficiencia y la proximidad como elementos incondicionales. Hacer una transición ética y comunitaria, en la que los principios de precaución y de no agresión sean los que rijan las decisiones y donde asumamos además que la redistribución de los recursos garantiza la igualdad. Etcétera.

Como vemos, todo está en cuestión y eso es bueno. En Huelva o en cualquiera de nuestras comunidades habría que ir haciendo esa salida ordenada de la economía del crecimiento; es un proceso precioso de reformismo socioeconómico y además mejor asumir ahora el precio del trabajo y de la incomodidad, que después el de la inevitabilidad. Nadie debe engañarnos, cambiar de modelo no va a ser un camino de rosas, tendremos que aprender a ser felices con menos cosas, pero no hay otra salida.

Otra economía, otra sociedad y otra forma de relacionarnos con el entorno natural son urgentes, posibles e inevitables.

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