Horacio / Galea / Pardo

En el transcurrir del tiempo

Como una circunstancia atípica, que en realidad no lo es, hemos empezado a contar los días en una original cuenta atrás, hecho este muy característico asociado a todo gran acontecimiento, que particularmente nos vincula a los cofrades y que como ustedes sabrán, cada día que pasa, nos hace volvernos un poco más inquietos.

Como decía en mi artículo anterior, se ha dado ya el metafórico pistoletazo de salida, y con ese paralelismo del evangelio, donde se relata ese encarcelamiento de Juan El Bautista, hemos abierto las puertas de nuestro corazón para que se llenen de sensaciones y de sentimientos, asistiendo a charlas, coloquios y exposiciones, donde nuestros sentidos se agudizan y se hacen plenitud, para captar el sabor de los días de Cuaresma.

Cuando las tardes aún no se han aletargado, y la luz se hace remisa jugueteando con las primeras oscuridades, comienzan esos clásicos corrillos cofradieros ante los pórticos de los templos, con sabores a naftalina en sus trajes oscuros y por el cancel de la iglesia, se deja trasmitir ese olor al cautivador incienso que abrazan a nuestras imágenes. Al cruzar el umbral, nos veremos abocados a ese tradicional adorno floral tan peculiar, que nos hacen traspasar los umbrales del tiempo y nos retraen a épocas pasadas, que como se suele decir, nunca fueron mejores, y recordar desde la nostalgia, las maravillas que hacíamos con lo poco que disponíamos.

Es tiempo de cumplir con los estatutos de nuestras hermandades, que en el haber de nuestro corazón, nos trasmitieron nuestros mayores desde el vínculo de la sangre, adornado con el apellido de nuestra familia, y que a su vez lo haremos con nuestros descendientes.

Ahora más que nunca, es el tiempo propicio de cumplir con esa fe que permaneció dormida, que a veces nos cuesta despabilar y que puede servirnos para acercarnos más a Dios, aunque sea a través de una imagen crucificada o doliente, de un trozo de madera preciosamente esculpido o engalanado, y que a través de la devoción en un nombre concreto, nos atraiga definitivamente, teniendo muy presente, que debemos mirar mucho más arriba de lo que una imagen representa. No nos confundamos y tengamos las cosas claras, no hagamos un Dios de bolsillo a través de nuestras pasiones y delirios cofrades. No existe por tanto, "ni mi Cristo, ni mi Virgen", no personalicemos ni nos arroguemos a nuestras imágenes, no alteremos lo que nuestros antepasados nos trasmitieron, pero tampoco desvirtuemos a Dios.

No lo dudemos, en el transcurrir de este tiempo, vayamos pues a nuestros cultos, expresémonos como cristianos con esa fe y alegría que nos caracteriza y también, con un sentir arrepentido por la inclinación de nuestra naturaleza, que el Dios hecho Hombre, espera impaciente para darnos un abrazo y entregarnos la plenitud de su Amor.

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