Tiempos modernos

Bernardo Díaz Nosty

La televisión, por ejemplo

ALLÁ por 1997, en un encuentro de expertos en televisión y políticos socialistas, el desaparecido realizador de TVE Ramón Gómez Redondo afirmó: "Las elecciones no se perdieron en los telediarios, sino en la programación general". La lógica comercial televisiva aparecía, en esa forzada relación causal, como el origen de la desmovilización ciudadana y de un repliegue conservador que impregnaría al conjunto de la sociedad.

La televisión pública de España, a diferencia de otras europeas, responde a un modelo comercial: es una televisión comercial pública. Y como el medio es el mensaje, la estrategia de programación está directamente relacionada con la finalidad mercantil, donde la audiencia es un activo que se traduce en la cuenta de resultados. Cuando la televisión pública trata de encontrar en el patrón comercial la fuente financiera que evite mayores aportes del Estado o de las Autonomías, se entierra poco a poco en las arenas movedizas que desdibujan su identidad y desarman los argumentos que la justifican.

Decía el editor canadiense Roy Megary que los medios son negocios publicitarios que utilizan cierto tipo de contenidos para situar a la audiencia frente al anunciante. ¿Es esa lógica la que debe imperar en la televisión pública? Así como el medio comercial busca al consumidor, la televisión pública debe orientarse al ciudadano, ya que consumidor y ciudadano son dos realidades sociales del individuo, y la segunda, la más importante, está sin cultivar.

Para una televisión pública, desprenderse del corsé comercial debería suponer un plus de creatividad e innovación. En 2007, según Infoadex, Canal Sur ingreso por publicidad 55 millones de euros, cuando su presupuesto de explotación era de 230 millones. Se trata de una cadena comercial pública altamente deficitaria desde la perspetiva mercantil, condicionada en su programación por el modelo de construcción de audiencia, cargada de cortes publicitarios donde abundan los pases gratuitos que priman a los anunciantes, dirigida a públicos-granero que, como ciertos perfiles de votantes, muestran signos de fatiga y recesión. Basta ver algunos de los llamados programas de éxito para saber que se trata también de una cadena deficitaria en el plano de la rentabilidad cultural.

Ahora que se va a formar el nuevo Gobierno, cabe recordar las asignaturas pendientes. Hablar de la televisión, por ejemplo. Otro paso de legislatura con la misma obra en escena terminaría por dar la razón a quien decía que unas elecciones se pierden en la programación general… Y eso no es lo peor. Lo más grave es desaprovechar un instrumento tan poderoso de modernidad y convergencia cultural y seguir ofreciendo una imagen que no ilustra los mejores argumentos de la Andalucía de hoy.

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