E style="text-transform:uppercase">n su libro Ciudades de la Bética, el prestigioso y prolífico escritor jiennense Juan Eslava Galán, a quien tuve el honor de acompañar junto a José Antonio Gómez Marín en el jurado del primer Premio Ciudad de Huelva de la Asociación de la Prensa, afirma que "los romanos tenían dioses para casi todo, pero en el cristianismo los hemos sustituido por los santos". No lo creo. Nosotros no nos hemos inventado los santos, los tenemos y veneramos porque son un ejemplo de vida. Y este pueblo, más romano que árabe, tiene sus santos, a los que llamamos patrones o patronos. Desde muy antiguo se edificaban ermitas y santuarios en las entradas de las ciudades bajo su advocación para preservar a las villas del pernicioso acceso de males, pestes, epidemias y otras calamidades.

Siempre hemos identificado la memoria del santo Patrón, protector de los ciudadanos de Huelva desde hace tantos siglos, con lo que denominábamos el espíritu de San Sebastián, un sentimiento o una indeclinable fidelidad a esa tradición arraigada desde lejanos tiempos. Ya en los terribles años, entre 1649 y 1651, en los que Huelva sufrió penosamente una exterminadora epidemia -"el mal de la pestilencia", como entonces se decía-, tuvo la ciudad al santo como bienhechor en la ermita situada en la entrada oriental de la villa, al final de la calle que, con el tiempo, llevaría su nombre. Siempre se vinculó al Patrón huelvano como ángel benefactor del pueblo. Éste le invoca seguro de que desde su atalaya celestial cuida y vela por esta ciudad que le dedica su más acendrada devoción.

Pero junto a la celebración y los sentimientos religiosos o festivos, está el concepto de ciudad que podemos invocar justo en esta fecha a modo de reflexión sobre la urbe de la que formamos parte, ya que la capital es también, y sobre todo, sus ciudadanos. A todos debe preocuparnos su realidad, su compleja problemática en tantos temas y su futuro, no sólo a quienes rigen más directamente sus destinos, que, por supuesto, para eso han sido elegidos y designados. El proclamado espíritu de san Sebastián también debe constituir, además de un estímulo festivo y gozoso, un sentimiento comunitario, solidario, íntegramente comprometido en superar las carencias, las necesidades perentorias y urgentes de Huelva. Las enquistadas asignaturas pendientes.

Muestras muy expresivas y categóricas de esa voluntad ciudadana las han protagonizado los ciudadanos, no en muchas ocasiones, ciertamente, pero sí se han materializado vivamente, rotundamente, ordenada y multitudinariamente cuando hay razones que así lo exigen. Ejemplarmente el pasado domingo cuando las avenidas de la ciudad se abarrotaban en una masiva demostración de protesta de Huelva, por una sanidad digna, por la necesaria mejora de la actividad sanitaria. No se puede negar una evidencia tan notable por intereses políticos o personales. ¡Que el santo nos proteja!

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