El ruido y la furia

Trump ha sido el primer candidato que se ha atrevido a hablar un idioma comprensible para la América profunda

Si alguien quiere conocer la realidad genuina de Estados Unidos, lo último que debe hacer es hacerse fotos en Times Square. Para conocer cómo se vive de verdad, hay que visitar una pequeña oficina de la Seguridad Social perdida en la América profunda, o bien pasarse por un supermercado de la cadena Walmart, sobre todo de noche, cuando los obesos mórbidos hacen sus compras a escondidas por miedo a que alguien pueda verlos. En las oficinas de la Seguridad Social se congrega la gente que vive de las ayudas sociales, esa gente que suele vivir en una roulotte en las afueras de los pueblos y que no ha pisado un colegio electoral en su vida. Y en los Walmart compra la gente que sólo puede pagarse productos que a la larga los condenan a la obesidad y a las enfermedades. Ni unos ni otros tienen dinero para pagarse un buen seguro de salud o para soñar con enviar a sus hijos a la universidad. Con suerte, sus hijos trabajarán en esos supermercados o cargando camiones en los centros de distribución de Amazon. Y si no la tienen, sus hijos se convertirán en adictos a la metanfetamina y un día saldrán fotografiados en el periódico local, arrastrando los pies por haber atracado una gasolinera.

Esta gente aún habla un idioma muy parecido al de los salmos de la Biblia, un idioma en el que existen las palabras pecado, sufrimiento, ira, miedo. Pero estas palabras ya no aparecen en los discursos políticos, casi siempre inspirados en el "esperanto" moral de la corrección política. Si algún político tradicional se ha acordado alguna vez de esta gente, les ha hablado en un lenguaje burocrático que mezcla el léxico de los trabajadores sociales con el vocabulario elitista de las universidades. Y cada vez que oye las palabras igualdad y derechos, o bien términos como "violencia patriarcal" o "proyectos de modernización", esta gente suelta un escupitajo.

Donald Trump ha sido el primer candidato que se ha atrevido a hablar un idioma comprensible para esta gente. Un idioma vivo que esté hecho de sentimientos que esta gente conoce muy bien: el miedo, la rabia, la angustia, la humillación. Hillary Clinton, en cambio, habla el lenguaje robótico de la corrección política. Mientras escribo esto no sé cuál de los dos candidatos ha ganado las elecciones, pero lo indudable es que el nuevo lenguaje del miedo y la rabia ha llegado para quedarse.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios