'¡Te quei ya!'

Vamos tejiendo un finísimo hilo conceptual donde expresamos una interpretación propia

En ese diccionario volandero que hemos ido jergando por esta tierra de fueros casticistas, lo mismo da, que da lo mismo, empeñarse en negar ese modo de ser en que pasamos del léxico académico a esa estirpe de lengua no escrita que por aquí se habla desde que a los fenicios, romanos, árabes y demás chipichangas les dio por conquistarnos, sin conocer que al fin, los conquistados serían ellos, y que pasadas las manecillas de los siglos quedarían perpetuadas sus expresiones, traducidas a la parla común y añadidas, con especial acento, a nuestra identidad onubense.

Séase pues que hasta los estudiosos de postín ignoran que entre otras voces clásicas se incide en ser más antiguo que los propios cabezos, los grifos amarillos o que un balcón de palo, que el fulano está al raso y tiene menos fondo que una lata de anchoas o que la damas es una camioneta de la que don Arturo dijo: "Cuando las haya mejores, Huelva las tendrá".

Los arcaísmos son como papel mojao y ya no hay quien nos quite, el chaté pa lla, el "más tieso que una mojama" o el "más liao que un palangre".

También nos "jacheamos del gañote" y de los charamascas y sonaos. A los peñazos los mandamos al nitro. Paso de refilón el "ser más negro que un citrato", "más relamío que un portugués" o "más ennudao que una gamboa".

Aquí los picaíllos no llevan cilantro sino culantro, las pescaíllas son pijotas y la pelúas son tapaculos, por no espetar de un soplo otros trajines del que tiene "una tajá como un mulo", hace más eses que "un caballito de feria" o viene dando tumbos "de banda a banda".

Cuando llega la primavera compramos "cal pa encalá la fachá", y si hay que arreglar un desavío llamamos a cualquier alfayate.

En nuestro diccionario no existe el apretado sino el apretujao, ni el aturdido sino el embarbascao ni el apocado sino el tiquismiquis, ni un trato es un trato, sino hay tejemaneje.

Vamos tejiendo un finísimo hilo conceptual donde expresamos una interpretación propia que definimos verbalmente de forma popular: las mujeres no llevan el cántaro apoyado en la cadera sino en el cuadrí, ni los niños juegan a la peonza sino al "trompo paito" o a la billarda, y le dan al balón de entrepaño.

Total que uno llega a aturrullarse con eso de la estocá en la cartilla o con lo del poyá en el currelo. Por lo que hay que estar siempre al likendoy con la mojarra a punto.

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