La otra orilla

víctor rodríguez

¿Dónde queda Andalucía?

Nos asomamos al 28 de febrero con la mirada puesta en lo que es Andalucía. Existe una gran confrontación entre lo que dicen de nosotros, lo que nos creemos y lo que somos realmente, una especie de ventana de Johari, a momentos muy alejada de lo real. Para el Norte, el Sur es el espacio del relax, y es difícil tomarse en serio el lugar donde vas a descansar o a permitirte lo que nunca harías en tu casa, y eso, por mucho que el turismo suponga una cifra macroeconómica considerable, nos limita a sueldos y condiciones precarias y nos condena a un nuevo servilismo, ya saben; el acento, la gracia sobreentendida de quien te pone las copas y te hace la cama, da derecho a pensar que el ser andaluz va relacionado con estar al servicio de los otros.

Luego está el tema de la educación. La educación siempre ha sido un arma de construcción expansiva y la incultura de destrucción masiva, como dicen, la pluma es más poderosa que la espada. Una persona que se hace preguntas puede labrarse un futuro distinto al que conoció y, sobre todo, cuestionar el porqué del atraso y la pobreza. Aquí, a pesar de la incultura, muchos se hicieron preguntas y, sobre todo, desearon un futuro mejor para sus hijos. Dense una vuelta por nuestra Universidad, sin ir más lejos, y comprobarán el gran número de alumnos y, sobre todo, alumnas, de pueblos minúsculos que cursan hoy, hijas de padres que no pudieron.

Y entonces, ¿dónde queda Andalucía? Aquí, que estamos construidos sobre los pilares de las principales civilizaciones de la antigüedad, nos hemos dejado mangonear en el momento en que la riqueza dejó de estar basada en la calidad de la tierra y explotó la revolución industrial, entonces llegaron los del Norte y se creyeron en el derecho de hacernos su despensa, su huerta, su divertimento y también su estercolero.

Podemos celebrar que Andalucía se reconoce, tiene identidad: la de Lorca, Machado o Juan Ramón, y también la de los anarquistas, la de los jornaleros ocupadores de fincas, pero ya no es momento de pedir tierra y libertad, o a lo mejor sí, porque nos quieren pequeños y no lo somos. La Junta, con su esquizofrenia, decidió reconocer a Luis García Montero y a María Galiana, mientras aquí, sentará en el mismo banco a la Aiqbe con la Unidad de Cuidados Paliativos, toda una metáfora de lo que nos queda por luchar para que se nos trate con respeto. ¿El Sur, eh? No oiga, esto es Andalucía.

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