Dos protagonistas nefastos

Con la de irregularidades denunciadas, resulta que sólo suena un club en el negocio, el Recre

Mantengo una teoría desde hace muchos años -que he procurado aplicarme a mí mismo- y dice así: "el mismo día en el que se accede a un cargo electo o por designación, comienza la cuenta atrás para abandonarlo". Quienes no se mentalizan a ello, por mucho tiempo de permanencia que tengan en el mismo, terminan o en el diván del psicólogo o desviándose, durante su prolongado ejercicio, de los fundamentos de servidumbre y servicio a los demás para convertirlos en una especie de propiedad que los lleva, por ser moderado, a cometer errores, irregularidades, cuando no ilegalidades que esperan nunca trasciendan al sentirse impunes ante el estatus alcanzado, las relaciones e influencias conseguidas, imaginando que su posición no es finita y tiene dependencia absoluta del votante o del designador que, a su vez, tiene los mismos condicionantes que él aunque su posición de inicio fuera aún de mayor notoriedad y rango.

Dicho esto, verán de plena actualidad a dos claros protagonistas: Blesa y Villar.

El primero, suicidado, no podemos ir mucho más allá del respeto humano al hecho de la muerte, pero resulta innegable la influencia de su catastrófica gestión, su talante de superioridad y su falta de sensibilidad con los intereses del prójimo que confió en él y en todo su diseño financiero, acabado en un fiasco rotundo para muchos esforzados ciudadanos que le confiaron los bienes de sus esfuerzos y sacrificios de toda la vida.

El otro, Villar, todo el mundo lo sabía, pero nadie entraba en su territorio y, ahora, resulta que es el Partido Popular -curiosamente- quien ha ido ya por derecho contra él. Bueno, en Elche, las gentes de Huelva lo anunciaron para jolgorio del Rey, y ¡qué mala suerte! Con la de irregularidades denunciadas, resulta que sólo suena un club en el negocio, el Recre, en tiempos de gestión para olvidar. Podríamos extendernos, pero si analizan la primera parte de la columna verán el paralelismo de los personajes -a excepción del suicidio- la prepotencia, la opacidad, los "estómagos agradecidos", la poltrona… el criterio de cacique propietario y, en consecuencia, la falta de respeto a la ley que, como todo en la vida, tarde o temprano, acaba llegando.

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