PASE lo que pase el 9 de marzo todo apunta a que una vez cruzado el Rubicón electoral van a ser muchos los partidos que se tengan que enfrentar a una catarsis empujados entre otras cosas por la necesidad de un cambio generacional que identifique la política con la realidad.

Sobre la Coalición Andalucista, con la reaparición de Pacheco planea ya otra convulsión para los meses próximos. Hay una generación que durante décadas dirigió el andalucismo con más o menos acierto y un sinfín de batallas internas, que se enfrenta no ya a otra crisis sino a su jubilación política con los lógicos estertores. Sin embargo, todo apunta a que el andalucismo no tiene generación de repuesto.

En IU puede ocurrir algo parecido aunque con los perfiles propios de una coalición de sus características. La fórmula neocomunista de la reagrupación de la izquierda del PSOE en un envoltorio que "humanizara" al PCE ha demostrado lo que puede dar de sí, y tras el 9-M se espera una reorganización de esta parte de la izquierda en la que influirán los resultados, el perfil de quienes consigan escaños y la fuerza que aún le quede al PCE para sobrevivir en solitario. Pero en todo caso, no habrá futuro en esta parte de la izquierda si no es a partir de una nueva generación de políticos más homologables con una cultura urbana donde desde la hoz y el martillo se ha pasado hace tiempo a la digitalización y el diseño. No hay que extrañarse, ya el propio Lenin creía que lo verdaderamente revolucionario eran las formas, y esto es hoy más verdad que nunca, pues hace tiempo que en política la estética de la representación ocupa el lugar de la ética clásica.