Tras el pregón del Calvario: ¡Gracias!

El Pregón del Calvario fue el primero de hermandad en la ciudad y este año se realizaba en la Capilla propia

En esta última semana he pasado unos días muy satisfactorios en lo personal. He tenido ocasión de vivir muy de cerca el afecto de muchas personas con motivo del Pregón del Calvario, que suponía todo un reto personal y afectivo además de una especie de culminación de mi ya larga trayectoria de orador en el mundillo cofrade.

Siempre, en cualquier actividad que se me encarga, procuro dar lo mejor de mí, pero en este caso, como sucedió con la Medalla al Señor de Pasión o en el Pregón de la Semana Santa, había una carga de emotividad añadida por razones familiares, amistosas y, sobre todo, devocionales que adornaban externamente el interés de los pregones y le daban una carga sentimental en lo personal, además del reto que supone, en alguno de los casos, pregonar tras haberlo hecho mi padre o mi hermano Eduardo, con el factor añadido en el caso del Calvario de haber sido hermano mayor de la Corporación. Por ende, el Pregón del Calvario fue el primero de hermandad en nuestra ciudad y, además, este año se realizaba por primera vez- en cuarenta y tres años ya -en la Capilla propia.

Comprenderán pues las sensaciones y el reto personal, del que quiero pensar, sin caer en la petulancia, salí sobradamente airoso y sin caer en la subjetividad, de haber cumplido en conciencia con lo que de mí esperaban con expectación los hermanos, desde el momento y hora en que valoraron mi sinceridad en lo que exponía, se adentraron conmigo en las vivencias calvaristas y a continuación, me llevaron en volandas y arropado a lo largo de todo el Pregón. Lo cual me produjo enorme satisfacción e infinito agradecimiento, que quiero hacer patente públicamente para todos los que me acompañaron y los que me designaron. Los que debieron ir y no lo hicieron, sus razones, que no necesitan explicar, habrán tenido y tan solo lamentar no hayan vivido otro novedoso momento de la hermandad.

Por fin, me quedo con mi propio deber cumplido y la sensación de aprecio y en algún caso hasta de admiración por quienes me acompañaron. Muchas gracias a todos, pero es que el Pregón del Calvario siempre fue muy importante.

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