A los líderes de Podemos les gusta más La Verdad que a un clérigo chiita iraní. Celosos hasta el extremo sobre la moral y buenas costumbres de los demás, encajan con perplejidad que ese furor dogmático se vuelva contra ellos. Y más, si el asunto es aparentemente nimio. La compraventa de un pisito en Alcobendas por el joven dirigente de Podemos Ramón Espinar, con un beneficio final de 20.000 euros, ha generado una avalancha de informaciones. ¿Es para tanto? Se preguntan ciudadanos confusos, en un país en el que el presidente ha sobrevivido a los maletines que entraban en la sede del PP por el garaje, a la caja B y sobresueldos, incluso a los mensajes de ánimo que el propio Rajoy envió a Bárcenas cuando estaba en prisión por sus cuentas suizas.

¿Es para tanto? Después del despilfarro de millones de euros del Fondo Social europeo que hizo el PSOE en Andalucía, con su trama clientelar y casos de corrupción. Añadan Taula, Palma Arena, Pujol, Barberá… El pisito en términos cuantitativos no es comparable. Pero el papel de guardián integrista de La Verdad y La Virtud desplegado por Podemos, insultando a sus adversarios políticos, calificados colectivamente como una casta corrupta y caduca, ha generado un alto grado de rechazo. Despachar la etapa de libertad y progreso más grande de la historia de España como "el régimen mafioso del 78" es un despropósito. El desorientado dirigente de Podemos no acaba de entender que quien siembra vientos cosecha tempestades.

En su última agresión conocida, Espinar llamó sinvergüenza a gritos al dirigente de Ciudadanos Villegas durante la sesión de investidura del sábado en el Congreso. Fue cuando desde la bancada de Podemos se mofaban de que los diputados del PP, C's, PSOE y PNV aplaudieran juntos la queja del portavoz socialista por los insultos del soberanista catalán Rufián. Es un estilo, que tiene su liturgia. Cuando Iglesias insulta, después lo explica de manera beatífica: "he dicho la verdad". Lo hizo tras sostener que dentro de la Cámara había más delincuentes potenciales que fuera. Y podría añadir que la verdad no ofende.

Pues La Verdad del caso Espinar es que consiguió una vivienda joven a dedo, por enchufe, sin inscribirse previamente en el programa y sin ser residente en la localidad. Porque su padre era amigo del alcalde que cedió el terreno para la promoción. Su padre, el alcalde y el presidente de la promotora de CC OO compartían Consejo en Caja Madrid y comparten banquillo en el proceso de las tarjetas black. El problema de Espinar no está en que le dio un pase a una vivienda social, ganando más de un tercio de lo invertido. La Verdad es que en el origen se benefició de los privilegios de casta que tanta náusea le producen.

Es como si se descubriera que los ayatolás de la mezquita de Jamkaram en Qom son aficionados a la cerveza. El pecado aunque sea venial es difícil de disculpar a los integristas radicales. Manejar todo el día la espada de fuego acaba quemando.

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