Dentro del aluvión de datos decepcionantes que describen y definen la Andalucía actual, quiero detenerme hoy en los que contiene un documento revelador, dedicado justamente a analizar el funcionamiento de las instituciones. Se trata del Índice Europeo de Calidad de Gobierno 2017, un estudio realizado por la Universidad de Gotemburgo por encargo de la Unión Europea que mide, a través de 78.000 encuestas, la imparcialidad a la hora de prestar servicios públicos, la calidad institucional de los gobiernos regionales y nacionales y el nivel de corrupción. Tal informe (conocido como EQI, por sus siglas en inglés) ha alcanzado, tras las publicadas en 2010 y 2013, su tercera edición. ¿Imaginan cuál es la región que en España sale peor parada? Pues sí, acertaron, Andalucía obtiene los peores resultados dentro de un país, el nuestro, que, por otra parte, tampoco está para tirar cohetes (ocupamos el puesto 19 de 28).

En su primer apartado, la calidad de los gobiernos en general, somos los penúltimos, sólo por delante de Canarias. En el segundo, la imparcialidad, nos situamos claramente los últimos. Y en el tercero, la corrupción, ocupamos el decimocuarto lugar de las diecisiete autonomías, superando mínimamente a Baleares, Galicia y Canarias. Combinando los tres criterios, con una puntuación de 33,2 sobre 100, nadie inquieta nuestro farolillo rojo.

Pueden objetarme que no se han valorado casos reales, sino opiniones de encuestados. Pero eso, si se fijan, ahonda aún más en la peculiar paradoja que supone la divergencia entre lo que percibimos y lo que tozuda y mayoritariamente votamos.

¿Creen que el aviso ha preocupado a nuestros gobernantes? En absoluto, la Andalucía oficial repite como un mantra que su labor es impecable y que si no avanzamos - ¿de qué me suena esto?- es porque España nos ningunea y nos maltrata. Lo otro (la parcialidad, el ejercicio sectario del poder y los escándalos) no es, como advierten Chaves y Griñán, de su directa responsabilidad. Cosa de segundos y terceros escalones que -oiga no podemos estar en todo- a veces se nos desmandan.

Al cabo, no sé qué me asombra más: si el infantilismo y la estupidez del argumento o la pertinaz facilidad con la que lo compramos. Nuestra Andalucía, a la cola, la última en casi todo, ni oye, ni ve, ni dice: entrega disciplinadamente su futuro a quien, para su infortunio, tras décadas de incompetencia, la ha colocado allí donde vergonzosamente está.

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