La realidad supera a Berlanga. Miramos con lupa el grado de libertad de expresión en España y, sin embargo, nadie repara en la astracanada nacional que vivimos. Al humorista Joaquín Reyes lo detienen en un parque, cuando graba una parodia para El Intermedio disfrazado de Puigdemont. Falsa alarma por el simulado retorno de extranjis del fugitivo de Waterloo. Es el mismo Joaquín Reyes que hace el papel de un ministro del Interior tierno y torpón -con aires de Zoido- en otra astracanada, Cuerpo de élite, comedia gansa recién estrenada por Antena 3.

El éxito obtenido por el president simbólico en su exilio belga le ha procurado otros imitadores, como Anna Gabriel, líder de la CUP. La dirigente del moderno anarquismo catalán lo primero que ha copiado al jefe carlista es el cambio de peinado. Puigdemont mejoró su flequillo en Bruselas y ella se lo ha recogido con una horquilla y se ha soltado la melena en Suiza. Gabriel, hija y nieta de onubenses, se ha refugiado sin pudor en la segunda patria de los Bárcenas, Granados, Urdangarines, caja fuerte de los tres por cientos del mundo.

Uno de nuestros comisionistas más famosos, apodado en otro tiempo El Bigotes, llevó esta semana a una investigación del Congreso su dialecto de los bajos fondos: profesionales de la felación, atizantes, mierdas… decía mientras contemplaba de arriba abajo a los diputados. En Estados Unidos los senadores interrogan desde un plano superior al testigo o investigado. En España es al revés, El Bigotes desde la presidencia imponía su jerga y explicaba quién soltaba el mondongo (sic).

En el año chino del perro y año español de la parodia, los espontáneos surgen por doquier. Un artista que ha hecho de la provocación su medio de vida perpetra un suculento negocio con una presunta obra de arte sobre presuntos presos políticos, entre los que se encuentran un bronquista de Jaén y algún acobardado dirigente de la proclamada república catalana. La obra se vende por 80.000 euros y consigue una enorme publicidad porque el director del Ifema sugiere retirarla de ARCO, para regocijo de la galerista. El comprador ya tiene programada la gira política de la obra maestra. Y como guinda del pastel, Marta Sánchez cierra un concierto con una versión hortera del himno nacional. Sería estupendo que la Marcha de Granaderos tuviese letra, pero esta es muy cursi. Y encima ¡otra copia!: imitó la puesta en escena de Lady Gaga en la Superbowl de hace un par de años, hasta en el piano y el vestido rojo.

Y pasan cosas serias. Los jubilados, principal base electoral de los conservadores, utilizan su libertad de expresión para rebelarse contra la pérdida de poder adquisitivo de las pensiones. Sin complejos. El presidente del Parlament le dice a los jueces catalanes que hay presos políticos y los aludidos se levantan desinhibidos y se van. Se acabó la hipocresía. Como diría un personaje de Forges: ¡País!

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