AL mismo tiempo que la secretaria de Política Internacional del PSOE, Elena Valenciano, anunciaba ayer que su partido va a proponer al PP un pacto sobre la presidencia española de la UE (primer semestre de 2010), el vicesecretario de Comunicación popular, Esteban González Pons, anunciaba que su formación se plantea acudir al Parlamento Europeo para denunciar las supuestas escuchas ilegales a miembros del PP y la utilización que, según él, hace el Gobierno de los medios del Estado de Derecho para "aniquilar" políticamente a la oposición. La denuncia lanzada el jueves por la secretaria general del principal partido de la oposición ha sido inmediatamente recogida por sus compañeros que, como es lógico, han salido en tromba para apoyar a su jefa. La denuncia realizada por María Dolores de Cospedal supone un salto cualitativo en la confrontación entre Gobierno y oposición cuando nos encontramos a las puertas de la presidencia de la Unión Europea. El clima político que se respira en nuestro país no parece el más adecuado para esperar que la dirección española vaya a ser un modelo para el resto de naciones de la Unión. Porque a las diferencias en la vida política interna se unen las evidentes discrepancias entre ambos partidos en política exterior, divergencias que se producen incluso en el seno del mismo Gobierno. Fernández de la Vega acaba de salir al paso de las críticas del ministro de Exteriores al acuerdo entre Colombia y Estados Unidos sobre la utilización conjunta de siete bases militares instaladas en suelo del país suramericano. Lo que para Moratinos era un "proceso de militarización de América Latina", para la vicepresidenta se ha quedado "en una decisión soberana de Colombia", sobre la que España no tiene nada que decir. Las opiniones de PSOE y PP en temas como Cuba, Venezuela o Gibraltar, por poner sólo algunos ejemplos, son radicalmente distintas. Por todo ello, es una buena iniciativa que los dos grandes partidos españoles se sienten a dialogar sobre lo que cada uno puede aportar para que la presidencia de la UE sea un éxito o, al menos, no termine en un descalabro generalizado donde los intereses partidarios primen sobre el general de España y del resto de Europa. La tarea no es fácil ni parece alcanzable en estos momentos, pero PSOE y PP deben saber que es una exigencia irrenunciable.

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