Un olor

Como Platero, parece todo de algodón la forma con la que el Estado ha respondido al mayor golpe en años

La frase tiene ya más de quinientos años, pero no me cabe entera en el título de esta columna. La pronunció Marcelo, centinela del palacio de Hamlet y este la oyó. Desde entonces ha pasado al lenguaje común. "Algo huele mal en Dinamarca", dijo el servidor y el príncipe lo oyó. Pues algo huele, cuando menos raro, en el desenlace del cobarde esperpento protagonizado en Cataluña por un grupo de golpistas y sediciosos que han puesto la nación al borde del infarto y en la consecuente respuesta de la clase política nacional. Ante un delito penado con penas de entre quince y treinta años de prisión, la respuesta ha sido la activación consensuada del artículo 155 de la Constitución en su forma más liviana, más suave; como Platero, parece todo de algodón el fondo y la forma con la que el Estado ha respondido al mayor golpe de Estado habido y por haber en decenas de años. Un asalto sin precedentes a la convivencia, un acto insólito e inaceptable por su desarrollo, una cosa además cutre y ridícula que termina sólo en la destitución de sus cargos de los más que presuntos delincuentes y en una convocatoria de elecciones precipitadas que es de temer que no arreglen casi nada. Menos de dos meses de intervención del Estado en una comunidad a la deriva desde hace decenios es todo. Por sólo citar un ejemplo, quizás el más escandaloso, diré que no se han entrado con zotal y lejía en TV3 y en Catalunya Radio, los dos epicentros del adoctrinamiento salvaje, filonazi y generadores incansables del odio al resto de la Nación. A estas horas siguen con la matraca sin que nadie se dé por aludido.

Los lectores que como yo eran mayorcitos el 23 de febrero de 1981 recordarán con precisión el desarrollo y final de aquel episodio. Intento de golpe de Estado, respuesta fulminante de la parte del Gobierno no secuestrada, los subsecretarios, del comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas y detención y puesta ante un tribunal de los protagonistas. A todos ellos les cayó una tonelada de años de prisión. Esta vez no. Esta vez, el cabecilla del golpe estaba al día siguiente tomando cañas con los amiguetes y saludando a los vecinos. Sonriente, relajado y tranquilo. ¿Alguien se imagina esto en un país normal? Por país normal léase Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia… Esto es lo que huele a pasteleo, a apaño y a cruel tomadura de pelo. Se ha jugado con la vida y hacienda de millones de españoles, hasta llevarlos al miedo y a la angustia, y el resultado es sencillamente que hay elecciones dentro de cincuenta días y a ellas pueden ir los golpistas. Pues mira qué bien.

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