Ansia viva

Óscar Lezameta

olezameta@huelvainformacion.es

Hacia otra ocasión perdida

No podemos perder la ocasión de hacer de este país una nación moderna; ya nos pasó, pero no puede volver a pasar

La única bandera que tengo en mi casa es la del Athletic y, a pesar de que no tiene ni un pliegue de recién sacada de la bolsa del chino, no ha sido necesario lavarla hasta ahora. Llámenme raro, pero lo de las banderas siempre me ha parecido algo íntimo, personal, que se siente como algo egoísta, porque estoy seguro que con la rojiblanca sobre los hombros, ninguno de los miles que compartimos ese sentimiento, lo hacemos de la misma manera. Nunca como hasta ahora lo hemos tenido mejor; oigo en las tertulias que ni cuando lo de Iniesta, pero es que ni en la Transición ni cuando se legalizó la ikurrina vi tanta gente unida a un símbolo. Bueno, pues de un tiempo a esta parte tengo la horrible sensación de que terminaremos cagándola.

En aquellos años de los que personalmente no guardo recuerdos tan chachis pirulis como alguno se empeña en alardear ya que, al menos en mi entorno fueron años de miedo, carreras, tiros y una cantidad infinita de música, literatura y arte perfectamente prescindible, no fue posible articular un país moderno, civilizado, que dejara atrás décadas oscuras, de atraso intelectual y nos abriéramos a un mundo que estaba por estrenar. Seguramente no nos hubieran dejado ir tan lejos, ni tan deprisa. Sin embargo, ahora lo tenemos en la mano; ya digo que nunca antes un problema nos unió tanto. Los nubarrones de partidos de extrema derecha de los que hasta ahora nos hemos librado, no parecen tan amenazantes. Bueno pues hace una semana, después de esas exaltaciones que tanto proliferan estos días y una vez los preceptivos vivas a las fuerzas de seguridad, al Rey y hasta a mí que pasaba por ahí, alguien cogió un micro y pidió -se lo juro, es textual- "que volviéramos a casa como buenos españoles (sic) no sin antes escuchar un poco de buena música española". Con las cuatro primeras notas del Y viva España, me di perfecta cuenta que el que sobraba allí era un servidor. El camino de vuelta a la redacción, fue casi de lágrimas. No me lo puedo creer; cuando más cerca lo tenemos, lo rozamos con los dedos, tenemos la portería vacía y el balón en la pierna buena, un bache en el césped hace que la tiremos por encima del larguero. No puede ser que nuestra reacción al separatismo más chapuza que se recuerde sea una canción de hace más de tres décadas cantada por Manolo Escobar y escrita por dos belgas probablemente con más sangrías en el cuerpo que las aconsejables. ¿De verdad que es ese el país que queremos dejar en herencia a quien llegue después nuestro? No podemos hablar en serio.

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