El mundo nunca es suficiente

El mundo que tenemos es el único que conoceremos nosotros y varias generaciones más

Alos más cinéfilos el título les habrá llamado la atención, es una de las pelis de James Bond de la era Pierce Brosnan. Un tablero de juego global, donde los buenos y los malos se pelean, y donde los daños colaterales son muchos; esto último como en la vida real. Últimamente asistimos a un escenario parecido, donde "el mundo nunca parece ser suficiente". La evidencia de ese pensamiento ciertamente dramático, y hasta desesperado, es la reactivación de la carrera espacial, y el motor real es la dupla consumo-desesperanza, que hace que busquemos donde no encontraremos.

Las grandes agencias espaciales y varias iniciativas privadas se han empeñado en encontrar exoplanetas habitables, donde la raza humana pueda fundar un hipotético nuevo mundo. Más allá del propósito científico y filosófico de explorar lo desconocido y encontrar respuestas, inherente a la humanidad, aparece ahora uno mucho más pragmático y humilde, el del ser humano del siglo XXI que ya piensa que quizás vamos a dejar este planeta como un lugar inhabitable. La idea de buscar planetas donde poder instalarnos se distancia mucho de la de encontrar vida extraterrestre, esto último nace de la curiosidad y lo primero de la necesidad. La necesidad de tener la esperanza de que si nos fumamoséste habrá otro astro que nos acoja, y la necesidad de otros de que sigamos consumiendo sin parar, y de que siga habiendo guerras donde vender armas y programar expolios, y por supuesto que no suframos mucho al verlo en la televisión. La publicidad made in USA de la NASA sigue estando al servicio de la distracción.

La desesperanza campa a sus anchas. Es la que nos mantiene como Comunidad inertes ante tanta guerra, ante tantas ciudades convertidas en escombros, ante decenas de millones de seres humanos que han abandonado sus casas, ante grupos terroristas llenos de jóvenes, ante un cambio climático imparable. Y para calmar la desesperanza una quimera, la de un mundo nuevo, un lugar al que llegar en las estrellas, al que huir, una inevitabilidad ya comprada de antemano.

El mundo que tenemos es el único que conoceremos nosotros y varias generaciones más. No habrá otro, no podemos mirar hacia Marte o a Venus buscando un refugio, lo que tenemos aquí debe ser lo único suficiente, y lo es, de sobra, necesitamos volver a creer en él, a reconciliarnos con él, a confundirnos con él.

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