Conocer un país implica conocer sus festividades. En el nuestro, están justificadas por razones religiosas (la Navidad, las romerías por alguna Virgen…). Son muchas las tradiciones ancestrales que en España permanecen pese a la evolución social, a las que se han unido las importadas de fuera. Seguramente los EEUU, y gracias a la industria cinematográfica, sea el país más inspirador para los españoles. De allí hemos aprendido rápidamente algunas de sus tradiciones más festivas y más relacionadas con el espectáculo.

Nuestro Nacimiento navideño de toda la vida se ha sustituido por un abeto de plástico malo del bazar del barrio, las fiestas de Hallowen se celebran tanto en discotecas como en guarderías y para colmo, se exaltan fiestas en honor del consumo y nombradas en su idioma para mayor gozo. El Black Friday, original de Estados Unidos, que se celebra el día siguiente al Día de Acción de Gracias, ha superado las expectativas comerciales en España. Inevitable resistirse a la tentación de las compras si desde semanas anteriores se publicita en todos los medios. Imposible ofrecerle resistencia al Cyber Monday, que ofrece suculentos descuentos en material tecnológico, o si las grandes superficies abren durante todo el fin de semana o si, lo más inaudito, hasta el Ayuntamiento de la capital colabora adelantando su encendido del alumbrado navideño para hacerlo coincidir con el día del hambre de compras y avidez de tiendas. Y esto no acaba. Prepárense ahora para "El Día del Soltero" que celebran los chinos con ganancias superiores a los conocidos y populares días anteriores.

Se veía venir. En los 30, Un mundo feliz ya vaticinaba la llegada de la cultura del consumo. Lo que no imaginaría Huxley, su autor, era la inminencia de la misma. Conociendo la asombrosa evolución del consumo en España y las extraordinarias cifras de ventas del viernes pasado, podrá comprenderse que el Fair Saturday (el día siguiente al Black Friday), pretendiendo actuar como digestivo a los excesos y apostando por el arte y la cultura como reconstituyente, transcurriera sin pena ni gloria.

En este momento, luchar contra el exceso de consumo es una batalla perdida. Podemos ser conscientes de los 3.000 impactos publicitarios que nos avasallan diariamente o conocer las condiciones infrahumanas de los trabajadores de los países fabricantes. Estaremos sensibilizados con la economía sostenible, pero ¿Cómo no rendirnos ante unas radiantes luces navideñas celebrando el Black Friday?

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