La otra orilla

Ni un muerto más

El trabajo ha dejado de ser un bien vital y se ha convertido en un instrumento de muerte

El 24 de enero de 1977 cinco abogados laboralistas de CCOO fueron asesinados en su despacho de la calle Atocha por un grupo de pistoleros fascistas. Otros cuatro fueron heridos de gravedad. La matanza de Atocha fue el preludio de la democracia en nuestro país. Al día siguiente más de cien mil personas salieron por las calles de Madrid para acompañar los restos de los asesinados hasta el cementerio. El cielo de la capital de España se llenó de banderas comunistas. Las dictadura había dado sus últimos coletazos. Los abogados de Atocha se convirtieron en un símbolo de la lucha por las libertades. Su muerte, junto con la muerte de otros hombres y mujeres, posibilitó la conquista de la democracia. Pero no son sólo el símbolo de la libertad conquistada, también son símbolo de la defensa del trabajo como bien para la vida, el símbolo de la defensa de un trabajo digno, de un trabajo justo, de un trabajo con derechos. No podemos olvidar que eran abogados laboralistas, que luchaban por mejorar las condiciones de vida de los más desposeídos en plena dictadura, donde todo estaba prohibido y las leyes laborales favorecían siempre al empresario.

Han pasado cuarenta años de aquellos asesinatos y hoy otros muertos vienen a tocarnos la conciencia. Ciento una personas, según CCOO, fallecieron el pasado año en nuestro país por accidente laboral. Un 5% más que en 2015. Tras las sucesivas reformas laborales que los mercados financieros han impuesto en nuestro país, a través del PSOE de Zapatero y del PP de Rajoy, el trabajo ha dejado de ser un bien vital y se ha convertido en un instrumento de muerte. Los sueldos miserables, la precarización del empleo y la economía sumergida son una bomba de relojería que impiden a las personas vivir con dignidad, plantearse un proyecto vital. Si a eso unimos la falta de inspecciones laborales y el toma o lo dejas de los empresarios, el caldo de cultivo para que cada año haya más muertes en el trabajo está servido.

Una sociedad decente se merece un trabajo digno. Se lo debemos a los mártires de Atocha y a todos los que murieron por mejorar la vida de los obreros españoles. Y se lo debemos también a los ciento uno que perdieron su vida el pasado año en el campo del honor del trabajo y de la lucha. El trabajo es para la vida, no podemos permitir que haya ni un muerto más.

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