en lo escondido

Elena Sanz

El miedo a las tecnologías

En los últimos veinte años ha habido un salto tecnológico increíble. El hombre es tan adaptable que asumimos estos cambios, los hacemos nuestros y al poco ya casi no nos acordamos de cómo era la vida antes. Aunque siempre hay cosas que nos lo recuerdan.

Gracias a los recortes en las televisiones están reponiendo películas de los años ochenta, esas películas que vemos hoy con ternura, pero en su momento fueron fundamentales en nuestra maduración. Las volvemos a ver con miradas complacientes y reflejan por contraste el cambio de vida en poco tiempo. Presentan aparatos electrónicos como avances de última generación, que entonces nos parecían inmejorables; sin embargo, no ha pasado tanto y ya están en museos para nostálgicos.

De todos los avances, creo sinceramente que el cambio cualitativo lo ha producido internet, porque ha modificado tu relación con la máquina. Antes era una relación bidireccional, es decir, tu aparato y tú. Si se estropeaba perdías el servicio que ofertaba pero a nadie más afectaba. Sin embargo con esa red invisible de conexiones ha producido la apertura de tu casa, de tu vida al mundo, para lo bueno y para lo malo.

Constantemente nos avisan de los problemas y peligros de la red, y de que debemos ser cautelosos para evitar que desde fuera descubran tus secretos, roben tu dinero o inutilicen tus recursos. Estos avisos tienen un efecto desigual en relación a quien lo reciben.

Los que internet nos cogió maduritos, no voy a poner edades ni fechas para no molestar, tenemos un exceso de celo. Ante cualquier ventana que nos proponga preguntas extrañas, que son la mayoría, rápidamente "cancelar, cancelar". Nos conformamos con los instrumentos que nos explicaron, nos acordamos y nos dan respuesta a nuestro trabajo diario, sin investigar demasiado. Le tenemos pánico al informático que nos quiere instalar un programa supermoderno, porque tememos no poder manejarlo y tener que luchar perdidos con el ordenador hasta poder dominarlo.

Y en el otro lado, los jovencitos, que no recuerdan que antes no había teléfonos móviles, ni internet y a pesar de todo sobrevivíamos. Ellos pinchan sin miedo todos los iconos, buscan y rebuscan las posibilidades, van hacia delante y hacia atrás sin miedo a que se desconfigure algo, o que no sea posible volver a lo anterior.

Ellos avanzan y nosotros sobrevivimos. Ellos pescan virus y nosotros nos perdemos mejoras. Ellos inventan cosas y aprenden solos, y pobre de nosotros, tenemos que pagar para aprender y luchar por no anquilosarnos. Y es que aún nos tiemblan los dedos cuando nos sale una ventana adyacente, y para los hijos de la era digital es una aventura por descubrir.

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