Con mis mejores deseos

Argumentemos nuestras posiciones, reconozcamos y corrijamos los errores que podamos cometer

E style="text-transform:uppercase">n estos momentos previos a la celebración de los ritos navideños, tanto religiosos como puramente profanos, lúdicos o sociales, llámenles como quieran, no tengo inconveniente alguno en hacerles partícipes de mi reflexión intimista sobre lo que me suscitan estas fechas.

Hoy, pues, no hablaremos sobre la zafiedad de vincular las víctimas al dirigente y no al terrorista. Tampoco, el pase a militante de base del señor Aznar, lo afable del reparto general de los premios de la Lotería o, lamentablemente, la situación de extrema gravedad de nuestro Recre… Lo haré y me dirigiré a los lectores habituales, muchos de los cuales no sé dónde estarán o quiénes serán, a los que quisiera, con mi columna de hoy, ayudarles a conocerme mejor y, al mismo tiempo, ayudarles, si lo necesitan, a intentar mejorar, a pretender no caer en los mismos errores del tiempo pasado y enderezar, en lo posible, nuestro propio rumbo y dirección para encontrar y compartir los afectos, el respeto y las buenas sensaciones con los demás.

Permítanme, por tanto, que lo que escriba lo haga como si estuviera haciendo uso de la confidencialidad propia de la amistad. Sin emotividades superficiales ni ficticias sino con la sinceridad que corresponde a la celebración del Nacimiento de quien vino a traernos un mensaje de "paz a los hombres de buena voluntad".

Es por ello que con este espíritu les revelo la ausencia de envidias y odios en mi concepción de las relaciones. Puedo discrepar, polemizar, pero nunca caigo en los defectos referidos que no conducen más que a la frustración porque, como decía, y leía hace poco, creo que Wilde: "…bienaventurados los que me odian porque de ellos serán mis defectos…".

Son pequeños detalles los que me turban y me cuesta entender y aceptar pero que nunca llegan a tener la característica del rencor: el desagradecimiento y la intolerancia. Nunca hice un favor a cambio de algo y estoy convencido que son escasas las razones para tolerar al intolerante pertinaz.

En definitiva, procuremos abrirnos a los demás, argumentemos nuestras posiciones, reconozcamos y corrijamos los errores que podamos cometer, no hagamos de la mentira una herramienta de uso cotidiano, no permitamos que el fin justifique los medios y, desde luego, respetemos al otro y no pretendamos convencer a nadie de que sabemos más de su vida que el propio interesado… Con mis mejores deseos para todos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios