la esquina

José Aguilar

El mejor amigo del imputado

EL ex presidente de los empresarios españoles, Gerardo Díaz Ferrán, copropietario de Viajes Marsans, declaró ayer como imputado por un presunto delito continuado de apropiación indebida. Se le acusa de haberse quedado con cuatro millones y medio de euros procedentes de clientes que habían contratado diversos servicios con la compañía cuando ésta se fue al garete y los dejó sin viajes, y sin dinero.

Aparte de culpar de la quiebra a la Agencia Internacional de Transporte Aéreo (IATA) y al embargo de aviones decretado por los jueces ingleses, Díaz Ferrán -que también estuvo a punto de arruinar de paso la credibilidad de la patronal que dirigía- ha señalado a su socio de entonces, Gonzalo Pascual, también imputado, como responsable ejecutivo de la empresa. Y es que él no se ocupaba del "día a día" de Viajes Marsans, que corría a cargo del copropietario.

La Audiencia Nacional decidirá en su momento qué hay de verdad en esta declaración. Lo que sí se puede afirmar es que la respuesta del ex dirigente empresarial se atiene a una pauta que se está generalizando entre los imputados por delitos de cuello blanco: nunca saben nada de estas actividades supuestamente delictivas porque ellos tenían funciones honoríficas, representativas o institucionales, no decisorias. Para estas últimas siempre existe algún socio que dispone de todas las papeletas para comerse el marrón por toda la suciedad que pueda haberse cometido. Alguien ha dicho que el mejor amigo del hombre no es el perro, sino el chivo expiatorio, al que se endosan las culpas descargadas por aquél. El mejor amigo del imputado es el socio expiatorio, y no digamos si el socio ha tenido la mala suerte de morirse entretanto. Entonces el imputado alcanza la felicidad: nadie puede desmentirle.

Otra modalidad muy frecuente en los casos de corrupción consiste en adjudicar la responsabilidad a los superiores jerárquicos en la organización de la que se trate. Los corruptos esgrimen o que ellos sólo cumplían órdenes de los jefes o que éstos no vigilaban como es su obligación. Hace poco la defensa de un policía acusado de robar muchos kilos de cocaína y heroína incautadas pretendía culpar a los mandos que no habían vigilado lo suficiente los alijos aprehendidos. También se defienden esposas y otros familiares de personajes que se han enriquecido de modo fraudulento alegando que ellos desconocían el origen del dinero que entraba a espuertas en sus casas. Tampoco era cosa de preguntar. Mejor limitarse a disfrutarlo.

Cuesta mucho creer en la inocencia -material, me refiero, no penal- de individuos que viven rodeados de lujo sin interrogarse sobre cómo lo consiguen sus socios, pero compartiéndolo sin pudor.

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