Cines Artesiete Holea Huelva.- Producción: Estados Unidos, 2014.- T.O.: 'Magic in the moonlight'.- Duración: 98 minutos.- Dirección y guión: Woody Allen.- Fotografía: Darius Khondji.- Montaje: Alisa Lepselter.- Diseño de producción: Anne Seibel.- Intérpretes: Colin Firth, Emma Stone, Marcia Gay Harden, Jacki Weaver. Eileen Atkins, Hamish Linklater, Simon McBurney, Catherine McCormach

Siempre dije que en el fascinante universo de la cinematografía de todos los tiempos, Woody Allen ocupará un capítulo estelar junto a los más poderosos creadores de este mundo de imágenes que nos cautivan y nos emocionan. A veces, por su propia sencillez y en la maestría de componer sus ideas, sus creaciones, con leyes propias y con características rigurosamente personales. En Magia a la luz de la luna vuelve a donde solía. Es decir, a su comedia de enredos integrada por elementos muy familiares en su cine, pero provistos siempre de ese tono ingenioso y cada vez más sarcástico e incisivo que propende a la sorpresa.

En esta realización, quizás una obra menor con respecto a anteriores piezas maestras, abundantes en su filmografía, como la más reciente Midnight in Paris (2011), el singular protagonista es el mago chino Wei Ling Soo, que actúa en un local de Berlín en 1928 y hace desaparecer a un elefante. Es uno de los más populares nigromantes de su tiempo. Pero muy pocos saben que se trata realmente de Stanley Crawford, un taumaturgo inglés, desconfiado, malhumorado y presuntuoso que desprecia a los falsos espiritistas y que asegura ser el auténtico artífice de la magia verdadera. Empeñado en desenmascarar a la joven vidente Sophie Baker, se dirige a la Costa Azul francesa donde tratará de poner en evidencia a la famosa médium.

Woody Allen ha elegido como escenario predominante de esta película las suntuosas villas del sur de Francia, la Provenza y la Riviera, en los últimos años 20, reflejo de la sociedad de su tiempo, a la que dedica alusiones bastante corrosivas, como a la situación política pero también a la recreación de un estética que nos recuerda los paisajes de Cézanne, Renoir y otros impresionistas franceses, con un efecto romántico sobre un tiempo pasado. Todo ello en el curso de un convincente reto interpretativo entre Colin Firth, que representa al personaje descreído, racionalista y escéptico, y Emma Stone, con un sentido muy diferente de lo trascendente.

En el fondo, el guionista y realizador, que aprovecha para fustigar a los intelectuales cínicos, vuelve a sus elucubraciones habituales, sus demonios personales: el amor, el sexo, la muerte, y las creencias religiosas con sus contradicciones que como todo no creyente esgrime a modo de mecanismo de autocomplacencia para aplacar sus dudas. Magnífica la ambientación de Anne Seibel, fantástico el vestuario de la española Sonia Grande y espléndida la fotografía del iraní Darius Khondji, que realza la estética de la puesta en escena. Una película en fin, llena de jugosos e inteligentes diálogos, a veces excesivamente dilatados, que a medida que avanza nos introduce más y más en ese espíritu irónico y mordaz del Woody Allen de siempre. Y con su misma magia, nunca más evidente.

Quiroga

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