Del lenguaje

Creo que no se debe banalizar ninguna entrada en un quirófano con anestesia general, local o regional

Con el lenguaje se puede hacer lo que uno quiera. Es como una hoja de papel en blanco, lo aguanta todo. Naturalmente que hay una utilización normal del lenguaje, para bien o para mal, que usamos a diario en nuestras relaciones con el prójimo. Pero han existido siempre dos posibilidades perniciosas que hoy están en boga: la perversión y la banalización. Detrás del primer caso, la perversión, anda la clase política y la casta mediática. O sea, los que mandan directa o indirectamente. Vamos al grano. Leo hace unos minutos que algunos de los sujetos que trataron de sembrar el pánico en la Semana Santa sevillana eran activistas de no sé qué movimiento antisistema. En mi pueblo, a los que tratan de provocar el terror entre una muchedumbre de personas, les llamamos terroristas. Pero la perversión mediática del lenguaje nos lo convierten, por arte de birlibirloque, en activistas, que parece más suave, hasta más cariñoso, diría yo. Claro, si el activismo viene de asimilados de la acera de enfrente, entonces no hay medias tintas, son tildados directamente de fascistas, nazis y todo lo que haga falta para identificarlos claramente. En esas andamos. La consecuencia es que tratar de aterrorizar una noche a un millón de personas apretujadas en un laberinto de calles estrechas, no pase judicialmente del calificativo de desórdenes públicos. Suma y sigue.

Les decía que otro peligro letal para el lenguaje es la banalización del mismo. Aquí mi experiencia de cuarenta años de médico me da para escribir media docena de artículos. Acabo de leer las declaraciones de un conocido actor que ha estado ingresado por un infarto y que declara: "Sólo un susto, ITV y a casa". Conozco a muchas personas, amigos y compañeros incluidos, que no pudieron decir esto, se quedaron en el primer infarto. Asimilar el infarto a pasar la ITV no deja de ser incluso cursi. A mí, como médico, me parece que banalizar la enfermedad no es signo de optimismo, si no de inconsciencia. El caso es que ya he conocido algún que otro médico que pone su granito de arena en esta ceremonia de la confusión: "Nada, no se preocupe, lo que vamos a hacerle es quitarle un hígado, ponerle otro y a casa". He visto y vivido muchas horas de hospital y creo que no se debe banalizar ninguna entrada en un quirófano, con anestesia general, local, regional o mediopensionista. Pero igual no llevo razón en nada de lo hasta aquí dicho y resulta que con esta perversión y banalización del lenguaje nos dormimos todos más tranquilos. Todo sea por hacer de la vida un sueño. O lo que es peor, una mentira.

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