Como soy de letras, hablar de lago asesino me suena más a novela gótica que a fenómeno geoquímico. Así que para entender lo que ha pasado en la Corta Guadiana he pedido ayuda a personas más sabias que yo, que me han explicado muy didácticamente las causas y consecuencias de esta concentración de dióxido de carbono en aguas contaminantes, con peligro de llegar a ser letal para los seres vivos a su alrededor.

La diferencia entre los lagos asesinos de África y el de Puebla de Guzmán es que en aquellos la acumulación de gas se produce por causas naturales, mientras que en el onubense se debe a la mano del hombre. No es el único caso que puede plantear riesgos. Existen por toda la geografía andaluza cientos de minas abandonadas que pueden representar una amenaza para la salud o la seguridad. Solo en Huelva se han detectado una veintena de cortas inundadas, y esperemos que la publicidad del insólito lago sirva para poner en marcha un proyecto de control. Ahora nos damos cuenta de que convivimos con bombas de tiempo.

Cuando cesaron los trabajos mineros en la explotación de Las Herrerías, en los años 80, no hubo un plan de cierre, ni obligación alguna por parte de la empresa de realizar un tratamiento preventivo con caliza, que hubiera resultado muy barato. Simplemente aquello se cerró y ya está. Luego, cuando se ha hecho evidente la conciencia de los riesgos y la necesidad de un seguimiento, en esta y otras explotaciones abandonadas, ha sido la Administración la que ha tenido que intervenir. Estamos muy acostumbrados a eso: si hay algún problema, como ocurrió hace poco con la rotura del tapón de la mina de La Zarza, ya se arreglará. O sea, ya lo arreglaremos todos de nuestro bolsillo. Las empresas callan, eluden sus responsabilidades, y las autoridades terminan otorgando. ¿Prescriben los delitos que hipotecan el futuro? Ni el escarnio del desastre de Aznalcóllar, en el que la tristemente célebre Boliden se fue de rositas, parece servir de ejemplo: cuando se reabrió aquella mina, la Junta la adjudicó a una compañía mexicana con un historial contaminante que pone los pelos de punta.

Qué infausta herencia le dejaremos a las próximas generaciones: toneladas de fosfoyesos, balsas mineras con riesgo de rotura, sobreexplotación de los acuíferos, presión urbanística… La Corta Guadiana era lo que faltaba en este parque temático. Y lo peor: la desidia de unos y la impotencia de otros. Más letal aún que un lago asesino.

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