Antes de que la industria química fabricase piensos para la alimentación animal, la vida en el planeta se perpetuaba gracias a la cadena alimenticia. Aves que se alimentan de otras aves; mamíferos que han subsistido hasta hoy, gracias a ingerir a otros mamíferos, peces que se nutren de peces… (Y devorando a los otros sin anestesia y con derramamiento de sangre) y el hombre, por último, que se nutre de animales y plantas. Así lo ha vivido y admitido la humanidad hasta que, sin saber muy bien cómo ni por qué, en un momento concreto en la evolución de los ecosistemas, el hombre, orgulloso de su naturaleza, decidehumanizar a los animales. No sólo a través de la alimentación o de los tratamientos, sino dando por hecho que sienten las mismas emociones que los humanos.

De esta manera, hoy son miles los animales que llevan una vida de más alta calidad que millones de personas que carecen de los mínimos requisitos de subsistencia (perros con endodoncias, intervenciones quirúrgicas y pedicura periódica). O bien, se toma como excusa el sufrimiento del toro para arremeter contra una cultura que desprecian, dedicando su tiempo libre al insulto en las plazas de toros. Y es que cuando el amor, hacia cualquier ser vivo, se convierte en sobreamor y la protección en sobreprotección, algo va mal.

Son tantos los episodios en los que conmueve más el dolor del animal que el de las personas, que ya hay que pararse a reflexionar sobre ello. Lo inimaginable ha sucedido. Denunciar el que se conozca la matanza del cerdo, como ritual ancestral y cultural, al que se acude por propia voluntad y condenar el hecho por "espectáculo público", es saltarse todas las barreras de la libre interpretación de lo políticamente correcto. Acusar al ayuntamiento de Galaroza por mostrar a un grupo de interesados el primer paso para conseguir esos jamones y esas chacinas gracias a las cuales el pueblo sobrevive y de las que se siente orgulloso, parece rizar el rizo (¿Conoce la asociación denunciante cómo mueren los pollos?) ¿Puede darse un hecho más insólito en la Sierra de Huelva que vive de la industria del cerdo con más de 500.000 ejemplares y con un jamón con denominación de origen?

Lo lamentable es que exageraciones como ésta, además de hacer dudar sobre la objetividad y buen hacer de algunas protectoras de animales, contribuyen a reafirmar la certeza sobre la hipocresía del personal. No casa ese exceso de celo ante los animales con la indiferencia ante tanto dolor humano.

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