35 horas

Esta medida crea dos mundos laborales paralelos: el mundo protegido del funcionario y la intemperie del sector privado

Mientras charlo con una alumna que quiere estudiar traducción, me entero de que Google ha desarrollado un nuevo mecanismo -gracias a la introducción de parámetros de inteligencia artificial- que permitirá lograr traducciones casi perfectas incluso de textos muy complejos (poesía, por ejemplo). Hace unos años, Google empezó a trabajar en el proyecto Google Translate. Pues bien, parece que se halla muy cerca de lograr su objetivo. Maravilloso, pensarán algunos. Sí, claro, pero ¿qué pasará con esa estudiante que sueña con estudiar traducción? Pues tendrá que abandonar toda ambición de dedicarse profesionalmente a esa tarea. Google lo hará por una pequeña cantidad que resultará cien veces más competitiva que el salario de una profesional. Y probablemente -y esto es lo terrorífico- con una calidad similar o incluso superior.

Con la robotización y el uso de la inteligencia artificial, el trabajo remunerado será escaso -mucho más de lo que ya es- y tendrá que estar mucho mejor repartido, si no queremos que el desempleo alcance niveles insoportables. En los años previos a la crisis, la socialdemocracia europea se propuso reducir la jornada laboral a las 35 horas para todos los empleados públicos. Zapatero la introdujo en España, pero el PP revisó la medida al llegar al poder. Ahora la Junta ha reintroducido la reducción de jornada, que afecta a 270.000 empleados públicos.

En principio, nada que objetar. Pero lo malo de esta medida es que sólo afecta a los empleados públicos y es muy difícil que se aplique alguna vez a quienes trabajan en el sector privado, y no digamos ya a los autónomos. De hecho, esta medida crea dos mundos laborales paralelos: el mundo protegido y asegurado de los empleados públicos, y el mundo cada vez más expuesto a la intemperie laboral de quienes trabajan en el sector privado. Todo el mundo sabe que hay gente que trabaja no sólo 40 horas, sino 45 o 50 o muchas más, por salarios menguantes y en condiciones muy duras. Y por eso mismo, que una mitad de la población laboral disfrute de un horario de 35 horas, cuando la otra mitad está sometida a unas condiciones laborales mucho más rigurosas, suena un tanto injusto. ¿O no? Con el agravante de que esas 35 horas son posibles gracias a los impuestos de quienes tienen que trabajar 40 o incluso 50 horas. Las dos Españas, una vez más.

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