Pasado el puente de la Constitución y de la Inmaculada, el que más y el que menos se dispone a organizar su Nochebuena y Fin de Año. Dado que son días muy gregarios y que suelen compartirse con la familia y los amigos, a lo largo de la semana que comienza se irán celebrando extensos debates acerca del cómo y el dónde pasarlos.

Ya hace unos años que se puso de moda que grandes reuniones alquilen casas en el Rocío para esos días (no hay vecinos tan próximos que puedan ser molestados, tienen un gran número de camas, la playa próxima…). Era de esperar que, como en otros tantos eventos, el personal más joven imitase a sus mayores (los cuales además, se hacen cargo del coste de su ocio). Así, durante los días navideños, son tropecientos los que acampan en una casa y, con la diferencia que marcan los años, reproducen lo que ven en sus antecesores: bailan, cantan, comen y, sobre todo, beben.

Evidentemente, cuando se bebe todo lo bebible (ya sea un veinteañero o un cincuentón) y sin el debido control, los resultados son tan nefastos que este año la mayoría de los propietarios de las casas del Rocío se niegan a alquilarlas a jóvenes por los destrozos que ocasionan, provocando una situación discordante ¿Cómo a una persona, mayor de edad, que puede viajar, conducir o contraer matrimonio, se le niega alquilarle una casa? Se estigmatiza a los jóvenes si se da por sentado que, por el hecho de serlo, harán estragos; pero tampoco se buscan alternativas como pudieran ser las fianzas previas para reparar posibles daños.

Esta contradicción sólo es una muestra del actual contexto social. La mayoría de los estudios sobre el alcoholismo juvenil se limita a presentar estadísticas y a proponer sanciones para el joven y para los vendedores de alcohol. Los padres lo condenan severamente mientras ellos beben y convencidos de que los que beben son los demás. Y las administraciones se despreocupan por los menores de 30 años porque solamente ocupan el 20% de la población.

Si Andalucía está más o menos en la media de consumo de alcohol en España, que a su vez está por debajo de la media europea, lo suyo sería preguntarse qué se ha hecho tan mal para que gran parte de los adolescentes considere la borrachera como sinónimo de ocio ¿en qué momento y por qué consideraron que salir con los amigos conlleva hacer un botellón? ¿Qué ha ocasionado que los padres prefieran ignorarlo? Y, sobre todo, ¿para cuándo organizar otras alternativas de ocio para este personal?

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