Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

No hi falta ningú

Ya no somos personas, sino acólitos de un Estado. Turull pide tanques. Ni Franco en su delirio habría soñado algo así

Mientras escribo esta líneas suena en el loro que tengo aquí al lado Qualsevol nit pot sortir el sol de Jaume Sisa. Este disco, al que vuelvo siempre, mueve en mí emociones muy distintas, como una montaña rusa repleta de personajes, momentos, imágenes y sensaciones. Pero la última canción, la que da título al álbum, deja un sabor de boca plagado de melancolía, de cosas que se fueron y que seguramente no volverán; pero no es un regusto triste, sino sin embargo alegre, como de agradecimiento por todo lo vivido. En 2009 tuve la oportunidad de entrevistar a Sisa. Hablamos de su querencia galáctica, del rock laietano y del catalán como lengua poética. Él lamentaba que, tanto tiempo después de la Transición, los músicos que cantan en catalán siguieran teniendo dificultades para encontrar públicos más o menos amplios en España y quedaran relegados a universidades, ateneos y demás contextos elitistas; mientras que los grupos de rock españoles que empezaron en cantar en inglés en los 90 lo tuvieran mucho más fácil e incluso algunos lograran las mieles del pelotazo discográfico. Hablando con Sisa, recordé a mi padre y a unos cuantos de su quinta negándose a aplaudir a Serrat en un concierto en Málaga cuando le dio por cantar Pare. Y sí, era una pena. Qué manía, pensaba yo, con excluir y excluirse.

Ahora leo que Jordi Turull vuelve a hacer bromitas con los dichosos tanques y la pena aumenta. Aquella nostalgia del no me toquen ustedes los huevos cantando cosas que no entiendo ha encontrado su cauce natural, como era de esperar, en este nacionalismo cateto y mal intencionado de inusitado éxito en Cataluña. La ANC indica al mundo con qué banderas se deben expresar las condolencias por un atentado, como si el dolor expresado con otra fuese menos válido, y entonces todo se expresa con meridiana claridad: contra todo pronóstico, las ideologías criminales que cundieron en el siglo XX sí ganaron la partida. Ya no somos personas, sino acólitos de un Estado. Y esto nos convierte en cómplices a tenor del lugar en que el que hayamos venido al mundo, residamos o coticemos. Podemos condenar al otro a cuenta del idioma en que cante o de lo que diga su DNI. A todos los españoles les encanta Rajoy. A todos los catalanes les chifla Junqueras. Turull pide tanques. Ni Franco en su mayor delirio habría soñado algo así.

Traduzco: "Bienvenidos, pasad, pasad, no falta nadie / O quizás sí, un momento, sólo faltas tú/ También puedes venir si quieres, te esperamos, hay sitio para todos / El tiempo no cuenta, ni el espacio: cualquier noche puede salir el sol". Qué poco duró, maldita sea.

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