No hablaré de Alepo. Esto es un artículo de opinión y eso nos da cierta libertad para escribir sobre cualquier asunto. Pero tengo un límite: estar medianamente informado del asunto del que hablo. Si no, mi opinión no tiene ningún valor, ninguna consistencia.

Por eso, igual que no puedo opinar de la política de aprovechamiento hídrico de las provincias del norte de China, de la gestión de residuos en Oklahoma, del sistema educativo de Nueva Zelanda o del calentamiento o enfriamiento global de Marte, tampoco puedo opinar de Alepo.

Llámenme torpe si quieren. Me dirán que de cómo organizan sus asuntos en China, Oklahoma, Nueva Zelanda o Marte no tenemos apenas información, mientras de Siria y la que -al menos hace unos años- era su ciudad más poblada, tenemos ingentes cantidades de información todos los días en el Telediario, la prensa escrita, la radio, Twitter, Facebook, Youtube y la hoja parroquial. Tanta información que, por saturación, uno deja de leer antes de llegar al meollo del asunto. Pero, además, una información tan contradictoria que uno no sabe a qué atenerse: contradicción de origen; no hay nadie en Alepo que pueda informar, sin embargo no dejamos de recibir información, siguiente contradicción; Siria es una dictadura, sin embargo hay elecciones y, desde 2012 una nueva Constitución que amplió derechos políticos, pero el actual presidente heredó el cargo de su padre, aunque mantiene amistad con líderes de sistemas democráticos. Más contradicciones: la primavera árabe se erigió como alternativa al régimen de Al Assad con una revuelta pacífica contra este, sin embargo hay quien dice que esa revuelta estuvo alentada y financiada desde puntos tan alejados de Damasco como Londres o Washington y luego esa revuelta ha devenido en una insurrección, no tan pacífica, protagonizada por grupos como Daesh o ISIS o vaya usted a saber, porque con eso de los grupos terroristas que operan por allí y por medio mundo también tenemos un lío morrocotudo, pero es que, rizando el rizo, esos grupos se dedican, además de hacer una guerra en Siria, a poner bombas en importantes ciudades de esos países que, dicen algunos, los financian.

Así que no voy a opinar sobre Alepo, sólo me atreveré a parafrasear a Anguita cuando se enteró de que su hijo había muerto en el conflicto bélico de Iraq: "Malditas son las guerras y los canallas que las hacen" y decir lo de "Refugees Welcome".

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