Pensaba dejar correr el agua de lo que no me interesa debajo del puente de la indiferencia. Pero esa manía que cogí el primer día que escribí un artículo, de sentirme independiente de mí mismo, me revuelve vísceras y neuronas y me pongo a hablar de lo que me parece un linchamiento. Una lapidación en toda regla de una señora, que, por no caerme, ni me cae bien siquiera. La señora Cifuentes, a estas horas más famosa que otra cosa, está siendo atacada de frente por la división acorazada de lo imbécilmente correcto. A izquierda y derecha le están dando palos hasta en el cielo de la boca, mientras el noventa por ciento de los que hablan y chillan desconsolados han hecho cosas peores que la señora Cifuentes como para ir a Lima y volver. Y esto es lo que me hace hablar. Nací bajo el signo de Libra y dicen los entendidos en los astros y sus caprichos que somos gente que tenemos una debilidad: la justicia o mejor la injusticia que no podemos soportar. Mi hoy defendida a contrapelo ha sido prepotente y exhibicionista de lo políticamente correcto y mira por dónde los correctísimos le dan hoy a probar su propia medicina.

Lo que hay que extraer, a mi entender, son las enseñanzas de esta boba historia del máster. Primero es que la mayoría de los másteres no sirven para nada, igual que los títulos de nuestras universidades, son papel mojado hasta que no haces una especialización, una residencia, unos cursos en los Estados Unidos, en Alemania o algo así. Para hacer una oposición a funcionario del Estado, sí sirven, seamos justos. Pero en la empresa privada miran los títulos de reojillo y con evidente mueca de sorna. Y si hablamos de la gran empresa, o de una multinacional, entonces los títulos universitarios españoles les dan directamente risa. Otra enseñanza, y llueve sobre mojado porque ya sabemos cómo se las gasta la clase política española, es la jeta que hay que tener para enredarse en el acoso y derribo de esta señora cuando todos tienen el techo de cristal y la casa llena de pus. Los que peinamos canas sabemos y recordamos los títulos falsos, los currículos inflados, las historias ocultadas, las becas trincadas a troche y moche, los juicios pendientes por ayuditas de varios ceros de millones de euros y otras minucias cometidas por los que hoy, piedra en mano, están entusiasmados con el exterminio político de esta señora. Así pues a otros con estas trolas. Mire por donde, doña Cristina, le ha salido un ocasional defensor en donde tenía un modesto detractor. Las cosas de la vida. Mi tren se cruza hoy con el suyo en esta estación.

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