Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

El habano de Diego Valderas

LA confirmación de que había conseguido acta parlamentaria cogió a Diego Valderas agarrado al mástil de un buen habano, que es la mejor forma de esperar, mientras Llamazares, que estudió Medicina en Cuba, salía por la puerta trasera de la historia después de haber hundido a IU.

Ya en el foro del Grupo Joly Valderas parecía tener esa seguridad medio insegura de que esta vez conseguiría escaño, y hacía sus cuentas con los seis dedos de la mano izquierda. Sin embargo, eran muchos los espantajos que surcaban la barca del bollullero camino de Itaca, y entre ellos precisamente los desplantes de Llamazares y la estrafalaria manera de ser político del alcalde de Marinaleda, una especie de profeta de la lechuga colectiva y el rábano por las hojas del plan quinquenal.

Valderas tenía en su contra no ya la frialdad del electorado sino las malas compañías de una izquierda demasiado agrarista y por tanto poco urbana en Andalucía, y mendicante y despistada con Llamazares en el resto de España. Cualquier agente de campaña o mánager de artista habría aconsejado a Diego que no apareciera en un cartel con tan malas compañías, pero la política obliga a esos maridajes y no hay divorcio posible hasta después del recuento.

El debate que a partir de ahora se abrirá en la IU andaluza va a tener un perfil distinto por la presencia de Diego Valderas en la Cámara autonómica. Incluso para la izquierda es bueno no dejarse sólo en manos del profeta de Marinaleda. A partir de ahora, al neocomunismo le toca resistir, acercarse al mundo urbano y saltar del agropop tipo 'Koala' a la izquierda alternativa que está por hacer. A ver si resisten.

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