HAY algo que no me deja bajar los brazos, un detalle que aún mantiene viva mi esperanza por ver al Recreativo la próxima temporada en Primera División. No tiene que ver con la motivación y las ganas que el humilde plantel albiazul manifiesta de cara al partido del domingo en Los Pajaritos, que no deja de ser encomiable e ilusionante. Tampoco es que yo apele a un golpe de suerte que en la próxima jornada nos pudiera deparar resultados favorables de los equipos que están en la lucha por evitar el descenso. No. El hecho de que crea en la permanencia, pese a la infinidad de adversidades que asolan a nuestro decano, tiene que ver con un jugador, una jugada, un minuto y un partido en concreto. Me refiero al gol anotado por Morris en el minuto 94 en la reciente visita del conjunto onubense al Reyno de Navarra.

Después de vivir una temporada tan desafortunada, en la que se cuentan con los dedos de las dos manos e, incluso, de los pies los partidos cuyos resultados no han hecho justicia a los méritos del conjunto onubense, pues no puedo más que sorprenderme y cuestionarme por qué en el último suspiro de vida que le quedaba al Recre, en el momento en el que la agonía estaba a punto de convertirse en muerte, llegó ese gol resucitador. Quiero pensar, el corazón así me lo dicta, que se trata de una señal ilusionante. No podía ser otro sino Morris, un jugador intachable y de un talento extraordinario el que marcara ese gol, que espero pase a la historia del Decano como el gol de la esperanza, el tanto de la vida. Ahora le toca al resto de sus compañeros conseguir que dicha denominación se lleve a cabo con un triunfo ante el Numancia y alguno más. Ojalá sirva para algo y Morris no sólo sea recordado por su gran labor como defensa sino también como el autor del gol del milagro.