Ajuste fino

Antonio Castro / Ancastro@huelvainformacion.es

La gestión de lo sentimental

EL gran espectáculo de las campañas y por tanto de las elecciones, como se observa, consiste en hacer creer durante un tiempo que pueden cambiar las cosas hasta que la realidad demuestra después que todo sigue igual, matiz arriba matiz abajo. Si los políticos no consiguieran ese efecto, la participación, es decir, la apreciación del sistema, caería irremisiblemente. Y hoy por hoy, consultas de estatutos aparte, la gente está por dejarse llevar por el compromiso de participar con el voto en la responsabilidad democrática.

El segundo efecto de la clase política está en hacer creer que todos han mejorado posiciones. Este movimiento de baile tiene que ver con la parroquia propia. Cuando los partidos dicen que han quedado mejor de lo que parece, no representan para fuera sino que tratan de que el ánimo de sus desfallecidas huestes no decaiga más de lo normal para que el esfuerzo que ha hecho la militancia tenga un valor y la autoestima no se despeñe hacia la melancolía.

Frente a la administración de los estados sentimentales internos y externos, está la realidad contable, que apunta a que todo sigue igual o casi. Cualquiera podría pensar que para este viaje no se necesitaban alforjas, pero eso es tan disparatado como pensar que las elecciones no son necesarias... No sería extraño que hubiera políticos que en su fuero interno lo pensaran.

Por lo que a Huelva respecta, ha ganado el PSOE, aunque pierda uno en las andaluzas; el avance del PP en un escaño estaba descontado -podría haber llegado a dos-, y Diego Valderas se salvaría de confirmarse su escaño, y vería morir políticamente a Llamazares al frente de la coalición.

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