Tengo un amigo, profesor de Física Nuclear en una universidad norteamericana, que se fue de España porque se le hacía irrespirable ver un telediario. Eso es lo que él dice medio en broma y mucho en serio. La verdad es que se fue porque es un genio y en España reconocer a una persona brillante y con más conexiones neuronales de lo normal es tarea imposible. A don Santiago Ramón y Cajal le dieron el Premio Nobel de Medicina hace ciento diez años y todavía el noventa por ciento de la población española no sabe un pimiento de este genio, referencia absoluta en las investigaciones neurofisiológicas desde entonces. Hablo mucho con mi amigo. Por teléfono brevemente y cuando viene por aquí, un par de veces al año, pasamos largas tardes llorando cada uno en el hombro del otro. Nos aliviamos de la estulticia que domina la patria amada y nos quedamos tan frescos. Hace unos días lo llamé porque leí unas declaraciones de una alcaldesa de gran ciudad, de esas burriprogres que ocultan su supina ignorancia vendiendo la burra ciega de tópicos modernistas, hueros, huecos, baratos, pero que cuelan bien en los telediarios. Lo llamé algo alarmado porque siempre creí que esta señora tenía un entramado neuronal más sólido, pero se ve que no. Yo creía que la mencionada había alcanzado la cima de la estulticia para este año. Pues no, Rafael, ya verás cómo se superan a sí mismos cualquier día, me dijo mi conmilitón.

Efectivamente, apenas una semana después sale a la palestra una señora llamada Cristina Pedroche. No me da vergüenza decir que no sabía quién era. Confieso que he tenido que bucear en Google antes de escribir este artículo y no acabo de enterarme bien cuál es el oficio y beneficio de esta joven. La dejé pasar, pero veo que un diario de tirada nacional le dedica unas páginas en día y forma de auténtico privilegio. Y me acordé de la frase sublime que esta chica había pronunciado días antes que me recordaron las palabras de mi amigo sobre la capacidad de superación de los boboprogres: "Ser de izquierdas es desear el bien para todo el mundo", soltó y se quedó tan tranquila. Pues nada, aclarado. Ya era hora. Usted, amable lector, que no les desea el bien a los terroristas, a los narcotraficantes, a los violadores, a los que degüellan monjas o a los que cuelgan de una grúa a un homosexual debe saber que no es de izquierdas. Y estas criaturas acaparan páginas de periódicos y horas de televisión en la pobre patria desolada. Le he dicho a mi amigo que me vaya buscando hueco por allí.

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