En lo escondido

Elena Sanz

El futuro del tercer sector

Aunque he encontrado muchas definiciones sobre este término, en el tercer sector se incluyen las organizaciones no gubernamentales cuyos fines no son lucrativos. Se llaman tercer sector porque tradicionalmente se divide la sociedad en dos tipos de instituciones: las que conforman el sector privado (empresas cuyo objetivo es la búsqueda de beneficios) y el sector público (que lo forman las entidades reguladas por las administraciones). Al encontrarse estas organizaciones fuera de los ámbitos de estos dos anteriores se les ha llamado el tercer sector.

Estas entidades, organizaciones, ONG, ONGD, entre otras, han sido fuertemente castigadas por la crisis, porque se nutrían económicamente de subvenciones públicas en un porcentaje altísimo, y estas aportaciones han sufrido un duro recorte en los últimos tiempos.

Tanto es así, que desde el 2010 han desaparecido entre el 20 y el 30% de las organizaciones no gubernamentales. No hay más que echar un vistazo a nuestro alrededor y recordar algunas organizaciones sociales que fueron una señera en nuestra ciudad y que han desaparecido o hibernan esperando a que los tiempos cambien o estudiando qué salida se le puede dar a su situación. La huella de este descalabro social es patente.

Antes de este momento y desde hace algunos años, estas organizaciones buscaron la forma de financiarse sin tener que depender de la Administración, porque comprendían el peligro que esto entrañaba. Sin embargo, no encontraron una solución que le diera la suficiente solvencia y estabilidad que les permitieran dar el salto de modelo.

En aquellas reflexiones se discutía su indudable aportación a la salud social de la sociedad y que por ello confiaban que la Administración no permitiría que desaparecieran. Sin embargo, llegaron los malos tiempos y no se ha dudado en cortar el suministro económico a estas entidades, a pesar de que den servicio a los que tienen más riesgo de exclusión, y de esos abunda nuestro paisaje.

Se está confeccionando el anteproyecto de ley de subvenciones y les plantean, esta vez por vía de una ley, que se financien sin necesidad del Estado protector. Que sea la sociedad civil -es decir, nuestros ingresos- la que sostenga estas entidades.

Tenemos estudios que advierten de la existencia de trece millones de pobres en nuestro país. Debemos atenderlos. Pero nuestros impuestos deben utilizarse para ello, para que sean rescatados, apoyados, acompañados. Estas organizaciones son la vía humanitaria y social adecuada para ello.

Me espanta pensar que, como los anglosajones, tengamos que organizar fiestas elegantes para engatusar a los ricos buscando que entreguen cuantiosos cheques a las organizaciones. Me niego a pensar que ellos sean los que tengan la llave de la solidaridad.

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