De frente

Se debería cambiar la ley electoral, no por capricho sino para hacerla más justa

La verdad es que hay una sensación generalizada de sosiego y de satisfacción que esperemos sea prolongada. La respuesta del Estado ante la embestida de unos cuantos alborotadores, liantes y cobardes que se presentaban como ogros imbatibles, en su afán de romper la casa común, demuestra que el Estado Democrático, aunque débilmente, es más fuerte que la ilegalidad, la corrupción y la rebelión. Una mujer se ha echado a los hombros al Estado, una vez más en la historia. La juez Lamela tranquila y capaz, con un bolígrafo en la mano, ha puesto en su sitio a los malandrines. Pero no acaban ahí las buenas noticias. Este fin de semana ha habido una manifestación con mucha gente en las Vascongadas, concretamente en Bilbao. Todo el entorno etarra que el Estado, no creyendo en su fuerza, ha dejado crecer, se ha puesto en la calle para protestar por la aplicación de un artículo de la Constitución Española, el 155. Lo que a toda Europa, y al mundo democrático en general, le parece la cosa más normal del mundo a estos amigos de la 9 milímetros parabellum les resulta insoportable. Normal, las palabras democracia y ley les produce erisipela, sarpullidos y eritemas. Pero la noticia es buena porque demuestra que de entrada están cagaditos, no vaya a venirles a ellos otro manotazo judicial encima. Andan nerviosillos y eso está bien. Ladran luego cabalgamos, Sancho.

Puede ser que se pongan pesaditos, como en ellos es norma, y para eso yo propondría ir preparando varias leyes. La primera sería la ilegalización de los partidos golpistas y de los que los defienden, aparato mediático incluido. La segunda propuesta es acabar con los privilegios y foralidades de tiempos de María Castaña que hacen que estos territorios nacionales contribuyan al bien común con unos poco miles de millones de euros menos de los que le corresponderían por su población y por su actividad económica. Y la tercera sería sencillamente letal. Decisión mortal de necesidad y la más sencilla. Se trataría de cambiar la ley electoral, no por capricho sino para hacerla más justa. Esta medida se podría tomar la primera y probablemente nos ahorrase las otras dos. En la actualidad el voto de un partido que se presenta solo en la circunscripción de su autonomía obtiene el doble de diputados con la mitad de votos que uno nacional. Miren la web del Ministerio del Interior en cualquier elección. Un partido de izquierdas como Esquerra Republicana de Cataluña con la mitad de votos que Izquierda Unida, de ámbito nacional, consigue el doble de diputados. Así pues, dicho, hecho y menos lobos o lobeznos que escuchar.

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