la tribuna

Federico Sánchez De La Campa Peguero

La felicidad es productividad

LA situación sobrevenida como consecuencia de la crisis mundial de la economía ha puesto al descubierto cómo muchas organizaciones han fracasado en su modelo de gestión, especialmente en lo que se refiere a los recursos humanos. Un estudio recientemente publicado por Ipsos, una compañía francesa de investigación de mercados a nivel mundial, sobre la felicidad en los países, pone de manifiesto cómo España es uno de los países con un menor grado de felicidad de sus ciudadanos, con sólo un 11% de la población.

Podemos justificar estos resultados con la dificilísima situación económica por la que atraviesa este país, así como por los desalentadores datos del empleo en España, con una de las tasas más elevadas de desempleo del mundo y con un insoportable porcentaje de paro entre los jóvenes. También nos podríamos preguntar por qué hemos llegado a esta situación y qué es lo que, como sociedad, podemos hacer para cambiar esta situación. Estoy convencido de que si este estudio lo llevamos a las empresas obtendríamos resultados similares sobre el grado de felicidad de los trabajadores.

Y es en este punto donde me gustaría incidir, especialmente, en la directa relación que existe entre la felicidad y la productividad. Sobre esta materia existen multitud de informes que revelan que los trabajadores que se sienten bien tratados, respetados y siente orgullo por su empresa, pueden llegar a ser hasta casi un 90% más productivos. Tiene su lógica que profesionales que sienten que su trabajo es reconocido por sus jefes, gozan de su confianza, trabajan en un ambiente donde se le animan a tomar decisiones sin la cultura de culpa y se fomenta la conciliación con su vida familiar, sean personas mucho más creativas y motivadas. Finalmente, y como resultado de su aportación a la empresa, son trabajadores muchos más productivos que generan mayores y mejores ingresos, y se reduce significativamente el absentismo laboral y su elevado coste.

Sería, pues, deseable que se adoptaran otros modelos radicalmente diferentes de los que aún hoy en día se siguen en muchas empresas. Resulta más incomprensible aún que en esta era del llamado trabajador del conocimiento (knowledge worker), donde las relaciones en la empresa deben estar fundamentadas en las capacidades técnicas y en las competencias emocionales (trabajo en equipo, auto motivación, autogestión, etc.), se siga aplicando el estilo de liderazgo autocrático o estructuras funcionales de arriba hacia abajo.

Las reglas del juego deben de cambiar y deben de cambiar los estilos de liderazgo. Se puede discutir mucho sobre cuál es el más apropiado a cada momento en la vida de una empresa, y es adecuado hacer esta discusión, pero en mi opinión lo que debe de prevalecer en todo momento es el valor del trabajo en equipo. Para ello se presupone que un líder debe ser capaz de catalizar el cambio, de respetar la diversidad de las ideas, fomentar el espíritu innovador, de humanizar las relaciones internas, de exponer claramente los objetivos, y de tratar a sus gentes como los mejores del mundo. Sólo de esta manera sacamos lo mejor de cada persona y le brindamos un ambiente de trabajo en el que desarrollan todo su talento.

Hay muchos responsables de empresa que siguen en la idea de que este tipo de gestión empresarial es un ensoñamiento que no conduce a resultados prácticos, pero la realidad es mucho más tozuda y cada día vemos ejemplos de empresas que triunfan (Google, Amazon, Procter&Gamble, Apple, etc.), aún en las circunstancias actuales tan adversas, porque decidieron buscar otra forma de estrategias para fortalecer el compromiso de sus empleados. Ven que lo que hacemos nos ha llevado a donde estamos y que, si no lo cambiamos, terminaremos donde no queremos.

"Trate a las personas como si fueran lo que deberían ser, y les ayudará a convertirse en lo que son capaces de ser" (J. Wolfgang von Goethe).

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