La tribuna

Diego Valderas /

La experiencia andaluza

CON España pendiente de los pactos, toda la izquierda -Podemos, PSOE, IU y otros- busca el acuerdo para desalojar a Rajoy de La Moncloa y abrir un nuevo tiempo político, con un programa de cambio y un Gobierno progresista. El mandato de las urnas ha dejado un mapa complicado, pero con una clara demanda de cambio. Se trata de revitalizar la democracia, acabar con la corrupción, regenerar las instituciones, poner fin a la desigualdad, dar paso a la solidaridad, orientando políticas económicas que creen empleo y redistribuyan con justicia las rentas del país. Se hace para ello imprescindible cambiar la Constitución, avanzando hacia la España federal, pero preservando la solidaridad, la igualdad y unidad de los españoles.

Creo oportuno recordar en estos momentos que Andalucía fue la primera comunidad que frenó al PP y construyó un acuerdo de izquierdas sobre un programa basado en 256 medidas y 28 leyes. Un gran acuerdo, que por desconfianza, ambiciones y ansias se vio truncado a los 32 meses. Sin duda, fue el primer paso desde la izquierda para parar al PP. Cabe preguntarse qué hubiese sucedido el 20-D si Arenas hubiese gobernado. Tal vez se hubieran frustrado hoy las posibilidades de un Gobierno progresista en España. En 2012, los militantes de IU-Andalucía, en un acto de democracia participativa, abrieron la puerta en referéndum a un tiempo que situó nuevas políticas en el debate nacional, como la Ley de la Función Social de la Vivienda. Se impulsaron planes de empleo, la defensa del municipalismo, del turismo integral o el desarrollo sostenible. Se cortó con la corrupción y se investigó en el Parlamento el caso ERE.

Para IU no fue fácil, pero asumimos el reto de gobernar, entendimos el mandato de las urnas, que nos situó como fuerza determinante. Una decisión valiente e ilusionante. La izquierda alternativa afrontó el difícil reto de buscar una salida social de la crisis, de ponerse de lado de los débiles y defender mejores condiciones de vida a los golpeados por ésta y por los recortes impuestos. Fuimos capaces de ofrecer una política de resistencia ante el Gobierno de Rajoy y la troika. Fueron momentos complicados, pero como dijera Gabriel Celaya, "tomamos partido hasta mancharnos". Entre dejar paso a las políticas del PP y asumir el reto del cambio, tomamos el camino de gobernar, "con mando en plaza", con un programa de izquierdas.

No fuimos comprendidos, ni recibimos colaboración alguna de los que hablan hoy de acuerdos para parar al PP (Podemos y sectores de IU) respondiendo así al mandato que dan ahora las urnas. Estamos en la misma disyuntiva, o Rajoy o un acuerdo de izquierdas en defensa de la mayoría. En el 2014 la incomprensión de los cercanos y la crítica externa al acuerdo, facilitaron su ruptura, oportunidad aprovechada por otros para romper un pacto de esperanzas, dejando en la cuneta las 15 leyes aprobadas y liberando al PSOE de un acuerdo, cuyo alcance, dudo ahora se materialice en el Estado.

La experiencia andaluza tenía perspectivas de futuro, abría el camino a acuerdos más allá de Andalucía en comunidades, ayuntamientos y la posibilidad de alternativa de cambio en España entre IU y PSOE. Basta con recordar lo que preveían las encuestas en la antesala de las Europeas, IU crecía en todos los territorios. Fue en ese momento de crecimiento, en el que el sistema tomó nota y diseñó una estrategia para impedir el avance de IU. Deseaban fuerzas políticas más moderadas y menos organizadas como Podemos y Ciudadanos, todo antes que el ascenso de una organización con presencia de los comunistas.

Me alegra que aquellos que criticaban la experiencia andaluza (me ahorro nombres), hayan pasado a "hacer lo que sea necesario para impedir el gobierno de Rajoy". A pesar de que otros, y no IU, son determinantes. Aprendimos de esa etapa algunas lecciones y recomendaciones que valen para el presente: es necesario sumar al acuerdo la complicidad de las organizaciones sociales, sindicales y de la economía social; marcar una hoja de ruta trasparente y con calendario de cumplimiento; participar del gobierno sin olvidar la movilización social; plantear un programa de mínimos con aspiración de máximos; llamar a la ciudadanía a la participación directa; gobernar desde la confianza compartida.

Siento, junto con otros, la satisfacción de haber contribuido a parar en 2012 al PP, valoro la valiente decisión de los miles de militantes de IU que fueron capaces de anteponer los intereses de Andalucía a los electorales. Aquella decisión ha contribuido, sin duda, a hacer posible hoy la búsqueda de una mayoría progresista de toda la izquierda.

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