LA Liga puede dar muchas vueltas. Por arriba y por abajo. No es la primera vez que del blanco se pasa al negro, y sin solución de continuidad, de nuevo al blanco.

Reconozco que el empate ante el Athletic me supo a derrota. Eso me pareció a mí y creo que a mucha gente. Entiendo que el Recre dejó escapar una buena oportunidad de sumar tres puntos en un partido que fue suyo, y que la sensación que quedó fue precisamente esa que se tiene cuando la temporada entra en su recta final y se pierde -en este caso se empata- un partido que en el cómputo global resulta ser la llave de todo.

Han pasado los días y se acerca otro partido decisivo como el del Athletic. Es ante otro rival directo, que puede ser mucho más directo si el Recre, no olvidemos un equipo con vida, es capaz de sacar tajada de un campo que estará de bote en bote, pero en donde el equipo onubense ha sido capaz en más de una ocasión de mojarle las orejas a tan fiero rival.

El impacto del domingo no tiene más remedio que quedar atrás. Las lamentaciones no suman puntos, todo lo contrario, pueden llevar a perder puntos. Por eso, cuando apenas quedan horas para otro partido trascendental -para los dos protagonistas no lo olvidemos- es fundamental que el aficionado del Recre no se olvide que su equipo tiene vida, y ya se sabe mientras hay vida, hay esperanza. Y que conste que esta no es una frase hecha, habitual en muchos equipos cuando las temporadas caminan a su fin y las matemáticas son su única tabla de salvación. Es la pura realidad de un equipo al que le ha faltado suerte hasta el momento, y que puede llegar a ese momento en que la fortuna se compense.

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