La tribuna

Adela Muñoz Páez

La edad estupenda

CINCUENTA tacos? Medio siglo. ¡Qué fuerte". No hace falta oírselo decir a una preadolescente deslenguada para darse cuenta de que cincuenta años son muchos. De hecho, hasta hace poco una mujer se convertía en señora mayor al pasar la treintena. Hoy, en cambio, una mujer de esa edad es una jovencita con casi todas las (supuestas) decisiones importantes por tomar: trabajo, pareja, hijos e hipoteca. Pero ¿son tan elásticas la edad y la apreciación personal y social de la misma como para que el tiempo en que uno se considere joven pueda extenderse?

Hay ciertos hechos objetivos que no se pueden obviar como, por ejemplo, la disminución de las concentraciones de calcio y de determinadas hormonas a partir de un cierto momento, junto con altibajos en la de hierro. Cuestión de química, como casi todo lo importante. También hay, cómo no, alteraciones físicas menos relevantes: formas que se redondean donde menos conviene, pliegues que devienen en arrugas y demás. Fruslerías comparadas con el crecimiento silencioso de la osteoporosis, consecuencia de la descalcificación, o el deterioro del sistema cardiovascular como consecuencia de la falta de hormonas. Y algo mucho menos dramático, pero a veces más cruel: el termostato enloquece.

Por si lo anterior fuera poco, tenemos la inhibición del deseo sexual femenino, IDSF, que a estas edades se dispara ¿Qué se sabe de eso? ¿A cuántas mujeres afecta? No hay muchas estadísticas sobre el tema. Naturalmente, hay estudios científicos, pero los resultados han trascendido poco. Hasta no hace mucho, digamos medio siglo en nuestra avanzada cultura occidental, la vida de la mujer sin hijos pasada la menopausia carecía de sentido. También se daba el caso de que una gran mayoría de esas mujeres estaban muertas, porque la esperanza de vida no superaba mucho la edad del climaterio. Hoy el objetivo de las mujeres no es tener hijos, y la esperanza de vida ha superado los ochenta años.

¿Y qué hay de la IDSF? Pues, comparado con la abrumadora información disponible sobre la disfunción eréctil masculina, de esa contrapartida femenina apenas se sabe nada. Pero parece que existir, existe. En Francia hay estudios que hablan de 30 % de mujeres que se ven afectadas en mayor o menor grado por esta IDSF tras la menopausia, y las francesas en esa situación rondan los diez millones. En Europa, casi el 50 % de las mujeres con menopausia quirúrgica sufren una disminución del deseo sexual. No hay datos para evaluar si las españolas operadas son europeas también en ese sentido. En todo caso es evidente que existe un problema, hasta tal punto que las compañías farmacéuticas, que en estudios de marketing son unos linces, buscan con ansia una nueva mina de oro: lo que han dado en llamar la viagra femenina.

Así pues, puede que traspasar el medio siglo depare emociones "intensas". ¿Pero son todas negativas? De entrada las cincuentonas españolas no sólo están vivas, sino que tienen la mejor salud que hayan disfrutado nunca, consecuencia de un largo periodo sin carencias alimenticias y con una atención sanitaria más que razonable en general, y en la atención de embarazos y partos en particular. Tampoco están luchando a brazo partido en el cada vez más despiadado mercado laboral, porque a los cincuenta o bien se disfruta de una situación establecida y se va tranquilamente camino de la prejubilación o se lleva la casa con cierto oficio.

Por otro lado, ya ha pasado el tiempo de la terrible disyuntiva de tener o no tener hijos, y en caso de haber decidido tenerlos, de la laboriosa tarea de criarlos. Seguramente se ha encontrado un lugar en el mundo; se sabe lo que a una le gusta y lo que le desagrada; se ha aprendido a decir no; han pasado las esclavitudes de la moda y aún no se entreven otras tiranías; lo del botox ha llegado algo tarde y se ha aprendido que se puede vivir sin él; y encima de todo ello, quien tenga interés en ellos, hasta podrá disfrutar de un viagra. Ya lo proclaman todas esas carrozonas espléndidas que contratan las empresas de cosméticos y que vemos en grandes carteles, en televisión y en todos los periódicos y revistas clamando: "porque yo lo valgo".

No es raro que muchas mujeres en torno o pasada la cincuentena no quieran ni oír hablar de volver a los veinte o los treinta, "¡qué trabajera, qué agobio!" Así es que, bien pensado, los cincuenta es la edad estupenda. No hay más que madurar un poco para darse cuenta.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios