Las dos orillas

José Joaquín León

El disparate catalán

VISTA desde el Sur, que también existe, Cataluña se ha consolidado como el territorio perfecto para la antología del disparate. Valorada siempre con seriedad y como ejemplo para el resto del Estado, o como quieran llamarlo, en los últimos tiempos está sirviendo para exponer lo que no deberían hacer los demás, aunque en Andalucía le hayan copiado varios artículos del Estatuto que está en el Tribunal Constitucional.

En el disparate catalán influyen dos partes: ellos mismos y los de Madrid. Unos y otros están empeñados en fabricar separatistas y abrir un abismo en el que será difícil mantener puentes, aunque sean aéreos. En Madrid está el Gobierno de Zapatero, que les prometió que daría por bueno el Estatuto que saliera del Parlamento catalán, sin pararse a pensar en lo que saldría. En Madrid está el Tribunal Constitucional, cuya demora al pronunciarse rebasa todos los límites admisibles. En Madrid están algunos medios que critican a Joan Laporta por jugar a político desde la presidencia de un club de fútbol, y después meten por medio el Estatut en la previa de un Barça-Real. En Madrid no paran de dar argumentos a quienes buscan agravios para mantener su negocio político.

Pero la cordura catalana del seny ha pasado a mejor vida. CiU, que con Jordi Pujol daba pares y nones, apenas mantiene a Duran Lleida como político coherente, y está en Unió, que es la parte minoritaria. En CiU hay ahora políticos como Felip Puig, secretario general adjunto de CDC, que dice: "Lo único positivo de la Constitución es que nos trajo democracia". ¡Bueno! La democracia ya es algo, sobre todo comparada con la dictadura. Rivaliza en inteligencia política el líder de CiU, Artur Mas, que apoya consultas soberanistas de opereta en los pueblos catalanes mientras declara a El País: "Una consulta soberanista evidenciaría que Cataluña quiere ser española".

Peor es lo que ocurre con ERC, socio del Gobierno tripartito con los socialistas en Cataluña y muleta que ayuda en el Congreso en Madrid. ERC insulta al Rey y a todo lo que huela a España en general, mientras Zapatero mira hacia otro lado y los mantiene como aliados. Es la mayor irresponsabilidad que se ha cometido en la política española en los últimos tiempos. La mayoría de los catalanes no son radicales, sino que contribuye activamente a radicalizarlos una clase política impresentable, de la que tiran unos señores como Carod-Rovira, Puigcercós y Ridao. ERC representa a menos del 20% de los votantes catalanes, pero se les ha dado altavoz y se les ha elevado a socios de Gobierno, simplemente por las conveniencias partidistas de Zapatero y Montilla. Si el disparate catalán es ya de imprevisibles consecuencias, ellos tienen una grandísima culpa.

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