Si el factor humano se confirma como causa de la desolación apocalíptica en la que ha quedado Mazagón, la brutalidad humana, el actuar de forma mucho más salvaje que el peor de los depredadores, habría dejado mi pueblo con su historia partida por la mitad. Para siempre habrá un antes y un después de este fin de semana de San Juan en el que hemos sabido lo que es el infierno. Ya no necesitamos referencias bíblicas. Lo hemos visto y nos sobra y basta. En el pueblo hasta los niños de pecho creen que la mano de un bípedo antropoide está detrás de esta monstruosidad. Espero que nos lo confirmen o desmientan antes de contar tres. El incendio se extinguirá, Mazagón dejará de ocupar las cabeceras de los diarios nacionales, todos los que han luchado bravamente contra el fuego se irán, los políticos se apuntarán al si te vi no me acuerdo y nosotros nos quedaremos mirando en negro durante muchos años. Veintidós años de mi vida en aquella bendita tierra hacen que lleve tres días que me subo por las paredes, que araño el cielo.

Los amigos de toda España, de Irlanda, del Reino Unido, de Italia, de Grecia que han pasado por mi casa mazagonera están espantados. Ellos conocieron el paraíso, yo se lo enseñé, y ahora ven que la Luna o Marte son vergeles al lado de lo que ha quedado de aquella maravilla. Ellos no pueden creerlo, su desolación es para escucharla, pero, naturalmente, no llega a la mitad de la mía.

Si la causa es humana, repito, habría sido algo así como si un sujeto, o varios, incendian y destruyen en una noche la plaza de toros de Huelva, el estadio Colombino, el Ayuntamiento, la catedral de la Merced, la Casa Colón y el Banco de España. Quiero que lo imaginen mis lectores capitalinos. Hagan ese esfuerzo. ¿Cómo estarían ahora? Seguro que como yo, con las manos sangrando de apretarse las uñas contra la palma y los ojos desencajados por la ira. Esta ruina es impagable.

Las consecuencias serán muy largas y muy penosas. Me gustaría haberle preguntado al ministro del Interior, allí delante del fuego, cuántas alimañas hay en las cárceles españolas por delitos de fuego. Me temo que el Código Penal de la señorita Pepis que rige en esta pobre patria no contemple penas adecuadas para los autores de incendios y sean pocos los que están a buen recaudo. Cuatro años de cárcel, diez, veinte, ¿son suficientes para pagar por lo que hacen? Piensen en el ejemplo que les he puesto de Huelva y me cuentan. También es verdad que no hay ley, habida o por haber, que pueda castigar la destrucción del paraíso. Espero que Dios sí les pida cuentas.

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