A la deriva

Patético resulta y alarmante que un hijo denuncie a su madre por quitarle el móvil

En este tiempo de Cuaresma aunque se impone la reflexión íntima, no está de más observar lo que sucede y pensar sobre ello.

Dados los momentos de vísperas en los que estamos los cofrades, no sería objetable el comentar como se inicia, desde el desconocimiento, amenazando con derogar el ¿Concordato? con la Santa Sede, denunciando los ensayos de los Armaos de la Macarena o discutiendo la emisión de la misa en televisión -señor Iglesias, vaya sarcasmo, yo sí voy a misa- y con la misma rotundidad que afirmo esto, en un ejercicio de liberta de opinión, lo que excluye cualquier ánimo de polémica pues no es el objetivo de este espacio, sin discutir un ápice y con el mayor de los respetos a su "autoridad pastoral", creo que sus asesores han inducido a un error al señor obispo en el tema de la Carrera Oficial.

Como también, y cierro la cuestión anterior, confunden en una gran pirueta interpretativa los socios del amigo Arturo -el catalán- delito o incumplimiento de la ley con política. Lo cual no es extraño en una sociedad cuya deriva va por un rumbo demasiado relativista en la que casi nada es importante, son hechos aislados y minoritarios… pero que por repetitivos se convierten en rutinarios y, por tanto, sus consecuencias negativas pierden trascendencia. Valgan como ejemplos las cada vez más frecuentes y escandalosas peleas entre padres aspirantes a resolver su vida gracias a las retóricas habilidades futbolísticas de sus hijos, ciertamente lamentable. Como patético resulta y alarmante que un hijo denuncie a su madre por quitarle el móvil -para que estudie- a su hijo; además, con propuesta de sanción judicial a la madre, finalmente sobreseída. ¿Cuál es pues la previsible deriva de ese joven?

Podría continuar porque siempre hay algún desahogado como el holandés J. Dijsselbloem, con la prepotencia del resentido, repipión, que seguro le daban cates en el colegio hablando de vino y mujeres en los países del sur de la UE cuando el problema de nuestros servicios turísticos es aguantar el desmadre vacacional de muchos jóvenes de los países "cultos y productivos".

Pero como no me rindo ante las debilidades de la condición humana termino con un halo de esperanza, precisamente por la actitud valiente, esforzada y solidaria de un político, el diputado inglés T. Ellwood en el reciente atentado de Londres. Todo un rayo de luz ante la negrura de la deriva social.

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