Todo depende

El que ocupa un extremo, aunque sea el extremo centro, no tiene rivales a la espalda y puede desatenderla

A volandas de los congresos de este fin de semana, hice un análisis para cada partido, sopesando tensiones, estrategias y posibilidades. Han sido unos análisis limitados, más allá de mis limitaciones, porque en el panorama político español eso de ir partido a partido, a diferencia del Atlético, no sirve. Todos están correlacionados y unos dependen de otros.

Por empezar por lo más evidente: la victoria de Pablo Iglesias escorará a Podemos más a la izquierda. Estratégicamente, es un movimiento torpe, que Rajoy jamás habría cometido. El que ocupa un extremo, aunque sea el extremo centro, debe saber que los votos que están más allá ya son suyos por pura inexistencia de otra opción. No tiene que buscarlos, sino apenas aplastar toda alternativa que amague por allí. Iglesias, escorándose, le abre el campo al PSOE e, incluso, a Ciudadanos. Regala a los socialistas el voto de izquierda moderada y a Ciudadanos los votos reformistas más sosegados. En el PP, porque tendrán mucho más fáciles los pactos, se frotan las manos.

Por compensar, si el PSOE escoge a Susana Díaz, Iglesias recibiría un apoyo inesperado. Muchos votantes de izquierda huirían del perfil institucional y pactista de la andaluza. La elección de Pedro Sánchez haría un favor inversamente proporcional a Ciudadanos. Los que quieren ver a Soraya como la Bruja Avería de los encantamientos mediáticos supongo que vigilarán a quién apoyan sus terminales. Al PP le conviene Susana, por el apoyo directo, porque fastidiaría a Ciudadanos y porque favorecería la división de las izquierdas dándole más vidilla a Podemos.

Albert Rivera clama sinceramente por la unidad de los constitucionalistas frente al desafío catalanista. Esa sinceridad le honra, porque no le conviene compartir su mensaje estrella. Para el resto de asuntos, como todos los partidos bisagra, C's depende mucho de los vaivenes de los demás, especialmente del efecto rebote de los casos de corrupción.

De un tiempo a esta parte, el PP siempre gana con los movimientos de sus rivales. Tanto que Rajoy ha encontrado su paraíso: él no se mueve y los demás se despeñan solos. Sin embargo, sabe bien sus peligros. Por eso, en las entrevistas, pone dos condiciones a la continuidad de su éxito y de sus planes: que el crecimiento económico siga acompañando y que la situación internacional no se complique. La corrupción parece preocuparle mucho menos. Los otros líderes, nada.

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