La delincuencia discreta

Roca se ha beneficiado de las oportunidades de los que demuestran arrepentimiento, reparación y reinserción

El griterío general provocado por la discusión parlamentaria a cuenta de la prisión permanente revisable, donde los excesos y bajezas han triunfado sobre los argumentos, con la conmoción general suscitada por la tragedia del niño Gabriel de fondo, han dejado en un segundo plano la noticia de la libertad recuperada del preso Juan Antonio Roca, mano derecha de Jesús Gil en sus tejemanejes marbellíes y considerado por la Justicia el cerebro del saqueo continuado de sus arcas públicas. No sé en otros casos, pero diríase que en éste el sistema (la sociedad, o sea) se ha dado prisa en revisar la situación penitenciaria del penado.

Roca fue condenado en todos los casos de corrupción que asolaron Marbella a penas que superaban los treinta años de cárcel, y aún hoy es parte en otros procesos en litigio. El patrimonio amasado supera, dicen, los cien millones de euros, y cualquiera puede cotillearlo entrando en la web que la administración judicial ha abierto para su enajenación progresiva. Fincas rústicas y urbanas, cuadros, joyas, caballos, carruajes y hasta hierros de ganadería conforman esta especie de retrato de época que salta ante nuestros ojos como la más explícita e indisimulada demostración de poder, ambición y rapiña.

Desde que ingresó en prisión no han pasado más de doce años (poco tiempo o una eternidad, según se mire) y ello ha sido posible sobre todo por la fórmula legal de acumulación de penas que la dejó en un máximo de veinte. El juez de vigilancia penitenciaria ha tenido en cuenta para el otorgamiento del tercer grado el cumplimiento de buena parte de esos veinte años, la falta de incidencia en los permisos penitenciarios disfrutados hasta ahora y, precisa, su excelente comportamiento en la prisión, tanto en el plano personal como en el contexto de colaboración con otros internos.

Como tantos otros, se ha beneficiado de las oportunidades que nuestro derecho penal y penitenciario otorga a aquellos que aúnan los elementos de arrepentimiento, reparación y reinserción. Se dice que tiene un empleo y se ha hecho hasta colaborador de Cáritas, y pocos dudan que esa misma sociedad a la que defraudó volverá a acogerlo más pronto que tarde. ¿Puede hablarse aquí de justicia en el sentido material del término? Posiblemente no. Pero lo deseable sería, en éste como en otros casos, que el debate se desplace siempre al cumplimiento escrupuloso de la Ley.

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