La independencia suele ser algo bastante difícil de gestionar en política. Independientes quieren todos los partidos para poder presumir ante su electorado de que no son fuerzas ancladas en unas estructuras anquilosadas que son las que les surten de cuadros a través de los que desplegar sus listas electorales. Un independiente suele dar mucho caché y predicamento a quien consigue alistarlo en sus filas, que aprovecha para aparecer como un hombre de pensamiento transversal que trata con todos. Queda bonito y viste, lo dicho.

Independientes hay también muchas formaciones políticas, surgidas al calor de los nuevos tiempos y que se venden ante la sociedad como la vía para purificar la política de todos sus males y vicios históricos. En los últimos años a lo que antes se llamaba formaciones independientes se le ha dado en llamar nueva política, que se ve que queda más molón y alejado de los tópicos. Por regla general, la nueva política surge de voces que vienen rebotadas de la vieja o que en algún momento de su vida formaron parte de la misma. Pablo Iglesias estuvo en el círculo de Gaspar Llamazares, por ejemplo, y se fue de IU cuando se dio cuenta de que el PCE jamás iba a transigir con los sueños libertarios que tenía.

La otra cara de los independientes, que no de la independencia, en la política es que por regla general suelen durar lo justo. Bien porque al cabo de un tiempo acaban entrando como miembros del redil en el que se alistaron como almas libres, bien porque acaban saliendo rebotados de un mundo en el que es difícil moverse sin demostrar pureza de sangre. Sonado fue el caso de Baltasar Garzón, glorioso independiente fichado por el felipismo que acabó metiendo entre rejas a sus excompañeros tras una fragorosa batalla de salida.

En Huelva, hemos vivido esta semana otro episodio de esos de independencia que llama la atención. Aljaraque ha sido escenario de un sainete político en el que ha tenido papel principal una formación independiente surgida del cabreo de la crisis. En apenas 15 días, los dos ediles de Sí se puede han pasado de secundar una moción de censura con el PP contra el cogobierno de PSOE e IU a firmar un acuerdo de paz con estos últimos para entrar a formar parte del gobierno de la ciudad. Poco se puede decir aquí tanto de populares como de socialistas y miembros de IU, que no han hecho más que seguir la lógica de la política basada en colocar las siglas propias en el poder en detrimento de las contrarias. Más llamativa es, sin duda, la actuación de los dos ediles independientes. Y no porque uno dude de la pureza de sus intenciones, sino porque resulta difícil entender que en el plazo que va de Nochebuena a Reyes uno pueda abjurar de la izquierda por faltona, mala gestora y desastre para entregarse al orden que promete la derecha y, acto seguido, recuperar la "cordura" que marca la línea roja y dejar tirado ese pretendido orden después de recibir lo más parecido a unas disculpas y una palmadita en la espalda. Algunos dicen que esto es la nueva política, pero a mí me suena a una reedición de lo que llevamos viviendo muchas décadas. Aunque este feo decirlo.

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