¿Te das 'cuen'?

Al sur, las orillas de doradas arenas espumadas de nácar, desde Doñana hasta Isla Canela

Ese monstruo de andares garbosos que llega a decirle a San Pedro, mira a esos pecadores marismeños que se mueven menos que un "poyo de veleta" en verano, échales una mano a ver si salen del corral y acaban por mover el manguito celebral. ¿Ok, Peter?

Y el apóstol guardián, mesándose las barbas, echó un vistazo al personal de turno y concluyó que estos grandes pecadores acaso merecieran su propia ruindad, porque haciendo balance de bienes y servicios otorgados por el Sumo Hacedor a esa tierra, era merecedora de una inmensa fortuna que pasó a relatar a Chiquito, con su mijita de guasa judía y el libro sagrado dispuesto a abrir el pozo del averno.

-Ya que te interesas por esos fistros que están a verlas de venir, igual que el "Condemor de la pradera", te recuerdo que, la parte más vieja y feraz de Andalucía, allí donde la luz oculta su último suspiro, tuvo el gran privilegio de ser recompensada frente a la mayoría de otras tierras, dotándola de grandes tesoros que siguen enterrados por esa negligente visión de esos torpedos que, ante tal gracia, se han dedicado a repetir, "hasta luego Lucas".

Se os va el año y como el sastre de Tarzán, no dais puntada, esperando que un halo milagroso os saque del atraso, porque no me discutirás que habéis sido agraciados con una exuberante naturaleza y una excepcional climatología.

Repasemos los dones de Huelva. De metales preciosos en su historia, tantos como te dé la gana, oro, plata, pirita, manganeso, cobre... De la fosa marina y sus especies, tantas como la luminosidad de las estrellas... De los surcos campestres y la arboleda, de esos ríos que espejan el Tinto (rojo-marte) y el Odiel (azul-cielo), tanto, como el dedo sixtino de quién fijó la ruta al Nuevo Mundo.

Al sur, las orillas de doradas arenas espumadas de nácar, desde Doñana Patrimonial, hasta Isla Canela. Al norte, las dehesas sumisas al trotar cochinero entre las ventorreras y las escorrentías, los castaños, encinas y quejigos. Un huerto micológico de especies únicas.

Como un faldón bordado entre las dos, un lagar donde dormitan cepas centenarias y un añoso olivar que molturan su histórica estirpe.

Ahora dime Chiquito, con ese mogollón de frutos, ¿no crees que a Huelva "por la gloria de mi madrer" no merece que la llamen: ¡cobarde!?

Y Chiquito, mirándolo a los ojos dijo, "perdónalos y envíales una caja de glándulas de mono pa que espabilen. ¡Jartl!".

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