El cura Girón

Era un hombre con vocación de ser y estar orientada a la ayuda rotunda frente a la necesidad

Cuando voy a iniciar esta columna, me pide el cuerpo contestar a los analfabetos que situaron a China, Taiwán y Japón en Europa, al tiempo que ofendían -con un más que cuestionable criterio humorístico- no sólo el nombre de Huelva sino, también, a las gentes que somos o vivimos aquí. Pero miren por donde, recibo un mensaje recordándome que se cumplen cincuenta y cinco años de la ordenación sacerdotal del cura Girón, que es como popularmente le conocimos todos. Pues bien, comprenderán que, ante esta tesitura, no cabe la duda, sería ofensiva la misma y, por tanto, cierro la cuestión para hablar no de progresía sino de compromiso.

Porque Francisco Girón, a mi juicio, si se caracterizó por algo fue, precisamente, por su compromiso para con los demás, basta repasar, someramente, su obra. Una obra cimentada, en un sustrato vocacional sustentado en un arraigado sentido de la Fe, por encima de cualquier consideración de otra índole, lo que le otorgaba una condición inalcanzable para la mayoría, el liderazgo, a lo que añadía una insólita capacidad de aprovechamiento del tiempo para la ejecución de su proyectos y sueños, en una posición de convertir lo teóricamente utópico en una realidad posible.

Ello lo hacía desde una lectura positiva de las situaciones por adversas que fueran, generando seguridad y confianza en el entorno más necesitado, pero es que además de todo ello sorprendía, y lo digo por experiencia propia. Cuando estuve enfermo, la visita suya, agradeciendo todas, era diferente -de entrada, por la hora- y luego por el contenido de la conversación, lógicamente.

Luego, en mi vida profesional podría relatar alguna vivencia impresionante relacionada con pacientes muy graves y jamás le oí hablar en primera persona, siempre le vi disfrutar buscando la transmisión de la parte alegre que tiene el regalo de la vida. En definitiva, como decía Marañón, un hombre con vocación de ser y estar orientada a la ayuda rotunda frente a la necesidad. Un verdadero Hombre de Dios y, por cierto, de esta "denostada" tierra.

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