Se veía venir desde hacía meses, pero esta semana ya se ha confirmado lo que era una muerte anunciada. Ruperto Gallardo y Enrique Figueroa le han dado boleto al partido con el que se presentaron a las elecciones y a partir de ahora volarán solos en el Ayuntamiento y la Diputación como concejales no adscritos. La falta de entendimiento con sus jefes naranjas, ciertas dosis de personalismo poco dado a someterse a la órdenes de la dirección y una formación de la que casi nadie sabe ni entiende han estado detrás de esta crisis. La actuación de la oficialidad de Albert Rivera en este lío ha sido un catálogo de cómo no hay que hacer las cosas. Bandazos, oscurantismo, silencio y ocultación han sido la nota dominante desde que se rompieran las hostilidades entre los dos ahora huidos y su compañera María Martín. Si esto es la nueva política, ni una parte ni la otra es que hayan estado muy acertadas.

En adelante habrá que ver qué consecuencias tiene esto en el día a día del Consistorio, si el alcalde se verá obligado a buscar nuevos aliados o si los tres ediles antes compañeros dejarán al margen el odio africano que se profesan para mantener el que hasta ahora ha sido su camino. A Gabriel Cruz no es que se le vea muy nervioso, ya lo dijo en la entrevista que le hicimos la semana pasada, y más preocupado debe andar por esa venta del Recre que camina hacia el colapso que por las tensiones dentro del salón de plenos.

En la crisis naranja es imposible señalar a un único culpable, pues en ella se hace evidente ese refrán que dice que entre todos la mataron y ella sola se murió. No obstante, llama mucho la atención la actitud de Julio Díaz, parlamentario en Sevilla al que se acusa de estar detrás de todo el lío y que ha tardado meses en aparecer -se ve que le seduce más la moqueta hispalense que la calle choquera-. Díaz compareció el viernes para decir lo esperado, culpar a los fugitivos y encender el ventilador intentando hacer ver que la crisis de los suyos no es la única en Huelva. Lejos de cualquier atisbo de autocrítica, el parlamentario afirmó severo que si ellos están mal, peor está el PP y más grave es la crisis interna que tensa las relaciones entre los miembros del equipo de Gabriel Cruz. Con estos argumentos no es que estemos hablando precisamente de nueva política -que el "y tú más" lo inventó Julio César- ni creo que se le esté haciendo ningún favor a los miles de votantes que optaron por el naranja en 2015.

En tiempos en los que la política no es que sea especialmente modélica en sus comportamientos, la imagen que ofrece Ciudadanos estos meses en Huelva deja mucho que desear. Gallardo y Figueroa se van, pero se quedan con el argumento de que los votaron a ellos y no a sus siglas (¿?). El partido pide que devuelvan sus actas, pero ha hecho todo lo posible para conseguir que se las queden poniendo chinas y trabas en todo su caminar. Y mientras los votantes miran perplejos el bochornoso espectáculo de quien dijo que nunca lo iba a protagonizar. Que me da a mí que esto no es precisamente renovar el patio.

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